martes, noviembre 29, 2005

El futuro

Ayer entregué mi trabajo de reportaje, con algo de tristeza, pues los resultados no fueron los esperados, y debido a circunstancias de última hora, el texto quedó incompleto. De alguna manera siento que lo que debió haber sido un gran trabajo, terminó siendo uno más, y eso me ha producido gran tristeza.

La verdad es que en esos momentos, así uno no quiera, empiezan los cuestionamientos. ¿Realmente tengo talento para el periodismo? ¿Si lo tengo, por qué no fluye? ¿Por qué al leer mi trabajo, no se siente la pasión y el gusto que yo viví mientras lo realizaba? ¿Será que mi destino es otro? ¿Cuál? ¿Me volví a equivocar como con la ingeniería electrónica? ¿A qué voy a dedicar mi vida?

Se que me he puesto muy trascendental, por algo muy pequeño. Pero la verdad va un poco más allá. Es un tema que me ha venido rondando la cabeza hace varios días. Total, la vida sólo es una, y uno debe aprovecharla al máximo para ser feliz, y hacer feliz a la gente que quiere. Y creo que hasta la fecha no he logrado ese estado. El problema es ¿Cómo saber si uno debe seguir la búsqueda, o si es el momento de parar? ¿Qué tal si hay cosas mejores esperando por uno?

Tal vez la proximidad de mi cumpleaños número 25 tenga que ver con esto...

domingo, noviembre 27, 2005

Desde mi ventana

viernes, noviembre 25, 2005

Poesía 18

Recorro el camino del frío matando mis pasos
Y los ecos de mi craneo en cada esquina.
Tropiezo con el planeta en cada hoja seca
Y en el ruido de la piel de cada acera.

(Verde la ruta que me dictan...
Y tosca como la contorsión del viento)

"Te invito a nacer, en mi rostro...
Cada músculo será una cuna.
Te bañarán mis ojos mientras duermes,
Mis muecas relajarán tu vuelo"

(Verde el rumbo que te regalo...)

Descubro la fraternidad de cada tronco
Y la desmenuzo sobre ti.
Un concierto de susurros es mi guía,
y al tiempo la flor que duda del hechizo.

martes, noviembre 22, 2005

La semana pasada

La semana pasada fue especial, pues estuve dedicado enteramente a la labor periodísitca. Yendo y viniendo por toda la ciudad. Desde los hermosos edificios del norte de Bogotá, hasta los viejas torres del centro. Desde parqueaderos (muchos ubicados en sitios miedosos), hasta congestionados juzgados. Fue una semana para caminar por un mundo con el que casi no tengo contacto.

Nada de oficina. Tomé vacaciones para hacer mi reportaje sobre embargos de automotores. Trabajé fuertemente y espero que me salga bien, pero sinceramente, ese interesante trabajo no fue lo más importante de la semana anterior.

Lo más importante fue sentir el sol en mi rostro durante largo rato, vivir el afán de la lluvia en medio de unas calles repletas de gente. Caminar horas y horas de un edificio a otro, sin estar bajo techo más cincuenta minutos. Siempre yendo a otra fuente. Siempre tras otra pista... Y sin escritorio!!!

Fue una semana encantadora pues ir por todos lados preguntando las cosas que uno considera relevantes es interesante . Sobre todo, cuando el carnet de estudiante de periodismo facilita las cosas. Además, es agradable que la gente le cuente a uno sus dificultades, sus sueños y sus metas.

También fueron días de conflictos éticos. ¿Hasta dónde puedo ir? ¿Qué debo y puedo publicar? ¿Importa más el bienestar general que el particular? ¿Y si uno se hace amigo del particular? Hubo muchas cosas para consultar con la almohada. Muchos dilemas que resolver en la cebeza, meintras se escogía que ruta de bus tomar, o si era mejor ir al sur o al norte...

Cuando el horario de la oficina no es una limitación, uno puede mirar el paisaje con más calma, y permitirse charlar con la gente en las filas y en los autobuses. Entonces surgen las sorpresas: "Mi amigo X trabaja en embargos para este juzgado";" Mi sobrino es abogado de un banco para esas cosas";"A mi me quieren embargar una casa". En fin, tantos datos útiles, tantas cosas dolorosas, tanto mundo sobre el que uno pasa indiferente cada día.

Tuve tiempo para comprar un par de billetes de lotería, yendo en contra de mi aversión a los juegos de azar. Y para conversar con un lotero. Tuve hasta dos horas para perder esperando a un potencial entrevistado que nunca llegó.

Gocé de una hora para hacer una entrevista que no me sirvió para nada en este reportaje, pero que me dio ideas para otro (el próximo paro del sindicato judicial). Y disfruté de la experiencia de estar en un Café Internet, navegando por las páginas que quería, y de escribir mi blog desde otro espacio distinto a mi oficina. Y padecí la lentitud de esas conexiones de red, que me hicieron perder más de un comentario...

En fin... Me dí un paseo por la vida.

Extras:

Marcarlop: ¡Deu n'hi do tu bonito comentario!

Charles de Baltz: ¡Que bueno tenerte de vuelta por aquí!

Mensajera: Gracias a ti, que me has levantado tantas veces...

Sol: Siempre habrá acá mil colores para ti.

Carlos: Es chévere conocer gente a través del blog. España, Chile y México ahora me resultan muy familiares... Espero que pases pronto por Colombia para porderte invitar a un café de mi tierra... (Pero chévere probar el de Starbucks!! Conocer es un placer...)

Leumas: Estamos aquí para darnos energía. Es una de las pocas cosas que tengo claras, hermano...

Leodegundia: Gracias por tu comentario sobre mi foto: me da energía. Los comentarios que me dejas son muy prestosos

Caboblanco: Digamos que la palabra chévere es otra de las cientas de cosas que unen a mi país con Venezuela. Te las sabes todas, amigo...

Diego: Pues yo con el MTV latino, me familiaricé con chido... Saludos a Dani!

Matías: Es 'padre' que la gente reciba inspiración de uno. Aún no me la creo...
(Por otro lado... ¿Sabías que quí en Colombia, hay un pueblo que se llama "Don Matías"? Ahí te dejo el dato...)

Manijeh: Gracias por tu comentario tan chilo... En Bogotá te espera un café...

Gemuina: De acuerdo contigo. Hay que darle importancia a las noticias positivas... Como periodista, te prometo que haré lo que esté a mi alcance por mostrar las cosas chéveres del mundo...

miércoles, noviembre 16, 2005

Algo chévere

Chévere es la palabra más colombiana que conozco. Es un adjetivo que, por estas tierras, tiene todas las connotaciones positivas que le caben a uno en la cabeza. Chévere es algo agradable y/o bonito. Chévere es alguien gentil y fresco. Es por eso que aún no entiendo por qué, cuando era niño, odiaba tanto esa palabra...

El asunto es que el sábado pasado me sucedió algo chévere:

A la salida de mi clase de periodismo me quedé conversando con unas compañeras con las que pocas veces tengo tiempo de charlar, pues apenas salgo de clase, suelo correr como loco para llegar lo más temprano posible a mi trabajo.

En medio de la conversación, una de las mejores estudiantes me dijo: "Oye, Raúl, ya se te ve mejor. Me alegra mucho. Es que las semanas anteriores te vimos decaído y pensamos "se acabó esto". Tu eres un referente para el curso. Siempre quieres hacer los trabajos, siempre estás listo para las tareas. Tienes que seguir de buen ánimo, pues verte mal perjudica al curso"... "En serio, tu marcas la marcha". Las otras tres niñas expresaron de inmediato su acuerdo con lo dicho...

Y entonces yo recordé esas dos semanas tan terribles que tuve. Con porblemas en el trabajo. Con malas notas en la U, y sin ganas de hacer nada, sólo lo necesario para sobrevivir. Nunca creí que nadie se hubiera dado cuenta de mi estado, excepto los amigos del blog por el poema de "los ataudes de la lluvia". Pero sí. Y además sentían que Yo (hasta ahora no lo puedo creer) marcaba la pauta del grupo, y al verme triste, varios bajaron la marcha y sintieron que el curso andaba mal... Y aún más increíble: sintieron mi empujón anímico, al verme sonriendo de nuevo.

Y yo que apenas hago una estación en mi universidad, en medio de mis extensos viajes mentales y físicos, resulté ser importante para mi grupo. Así que soy uno más para los profesores, pero no para mis compañeros, incluso para los que admiro en silencio, soy un referente.

Yo, en ese instante, ante las miradas de esos angelitos que tengo por compañeras, nací de nuevo... Sólo pude sonreir y agradecer su interés y preocupación por mi... E imitando a mi amiga Patricia les dije "Esto que acaba de pasar me da energía"

Y ustedes, ciber-amigos, en cada comentario amable, en cada minuto que dedican a mis letras, y en cada texto que me regalan en sus post, también me "dan energía"

Estoy publicando algunos viejos post en http://viejosepisodios.blogspot.com

viernes, noviembre 11, 2005

Cali y Robin

Abajo todo es plano y verde. Son los inmensos cultivos de caña del Valle del Cauca, la tierra más fertil de Colombia. Una que otra carretera se abre paso entre los cañaverales, con un trazado recto de esos que nunca se verán en la cordillera.

De repente y casi sin darme cuenta, el valle está practicamente a mi lado. Un leve remezón me recuerda que el avión está aterrizando en el aeropuerto Alfonso Bonilla Aragón, en el municipio de Palmira, a unos minutos de la industrial ciudad de Cali.

El aire caliente me da la bienvenida mientras inicio una entretenida charla con el taxista que me llevará a Yumbo, el municipio casi anexado a Cali, que hace las veces de parque industrial del importante departamento del Valle.

El conductor me cuenta que es músico. "Cuando uno no es rico, la mejor manera de conocer el club colombia es armar una orquesta" dice con ese agradable acento pausado e informal que tiene la gente de esta zona del país. Me obsequia su tarjeta, en la cual figuran dos nombres con sus respectivos números celulares, además de unos adornos verdes y unas notas musicales. "Yo soy Robin, el otro es mi socio".

(Mi imaginación vuela, veo al Club Colombia, que según creo es de los más importantes de la ciudad, repleto de trajes coloridos y adornos, y con su aristocracia bailando al son de una orquesta humilde: "Por favor vuelve a mi lado, no me hagas sufrir, sabes que este amor que tengo sólo es para ti. Tanto que yo te he rogado y tu no me ooooyes. Por favor no me maltrates quiero ser feliz")

"Nosotros tocamos de todo, tropical, merengue y salsa" dice Robin. Es un hombre sencillo, de unos cincuenta años, delgado de ojos claros y cabello gris. Se le nota la alegría cuando habla de la música. Sabe que esto de llevar y traer pasajeros es sólo una forma de completar sus ingresos (La tarifa del taxi de Palmira a Cali es altísima). Su pasión está en los teclados y en los instrumentos de viento. "Yo puedo tocar de todo, aprendí solo, desde niño" dice muy orgulloso, antes de empezar una extensa lista de clubes, bares y discotecas de la ciudad, dónde su grupo ha estado recientemente.

"Se vive sabroso. Lo contratan a uno por dos horas, y luego, ya no quieren parar y terminan pagando cinco. Cuando la gente está bailando, no se puede decir simplemente que los músicos se van".

(En ese instante estamos avanzando por la Avenida Cali-Yumbo, a buena velocidad, y a lado y lado de la calle, se ven chimeneas y torres, que sin duda pertenecen a las grandes fábricas de la región).

Lo que más me agrada de Robin es que es feliz con su vida. Que trabaja fuerte para dominar sus instrumentos. Que en ningún momento su orgullo se torna en arrogancia. Él es uno de esos vallecaucanos repletos de energía (y adoradores de la rumba) que rondan por toda Colombia. Y es un ejemplo para mi, en la búsqueda de mi camino.

jueves, noviembre 10, 2005

Contraste

El infinito de la travesura y el amor a la disciplina se abrazan de vez en cuando. Con ustedes, mi primito Nicolás y mi querida mamá, Sonia. (Foto tomada en mi reciente visita a Medellín)

miércoles, noviembre 09, 2005

Un cuadro

Una mujer está tendida en el piso de una sala a oscuras, sobre su costado, descansando placenteramente. Con un brazo sobre el piso, y el otro rodeando su cuerpo. En la expresión corporal, en sus piernas, su satisfacción es evidente. Tiene una trenza larga que va paralela a su brazo extendido. La mujer no es joven y es robusta. Con su blusa ancha (en la que se adivinan flores), y una falda negra, domina la parte central del cuadro, y su primer plano.

Por la boca de un corredor (que se ve en la parte superior derecha de la escena, que es nocturna) brota la luz.

La poca iluminación del cuadro da para que se vea la mujer entre grises y negros, con la cabeza en la zona más alejada de la luz y dando el frente. Además se ven los primeros niveles de unas escaleras rojizas, que están detrás de ella (más o menos en la parte superior central de la imagen, subiendo hasta la oscuridad absoluta). Las paredes se insinúan verdes en medio de las sombras y las pocas baldosas que se notan, tienen rayas blancas, verdes y rojas, que lucen viejas y más bien curtidas.

Así la mujer rodeada por la oscuridad, pero adornada por los rayos que le regala el corredor, sin decir una palabra enuncia su discurso de felicidad.

(En las noches calurosas de la Medellín de hace unos años, mi tía Jael, luego de cumplir sus labores, solía descansar sobre el piso frío con el mayor placer. Sin importarle nada y con una libertad inspiradora. Y en ese instante pensé que algún día pintaría ese cuadro "La Felicidad". Mientras aprendo de pinceles, recurro a las palabras).

viernes, noviembre 04, 2005

Poesía 17

(Los errores nos eligen, para bien o para mal / Coti)

Tu mirada era mi mejor error sobre el diapazón: cada tonada te besó.
Cuando reposé mi taquicardia en tus manos, sabía que alrededor dormían los cuervos.
Que ese cielo rojo nos iba a traicionar. Que eramos ataudes de esa lluvia.

El día que nuestros versos enfermaron, la luz ya estaba agonizando.
Nuestra piel quizo que le dibujaramos el final y que la dejaramos libre.
Que le regalaramos nuestras uñas. Que en ella olvidaramos nuestros dientes

El temblor y la saliba buscaron su camino bajo el bullicio.
Y caminaron la senda de los perros y la mancharon con su culpa.
No perdonaron a los faroles que los bendijeron. No escurrieron libertad de las estrellas.

Entonces nos regalamos mil fracturas, para seguir hacia el mundo.

jueves, noviembre 03, 2005

Colombia desde las nubes

Abajo, todo es verde. Ya quedaron atraás las largas autopistas y los anillos viales, los puentes vehiculares que desde el cielo parecen de juguete. Las manzanitas de los barrios que a lo lejos parecen bloques de lego. Bogotá, la inmensa ciudad de 8 millones de habitantes, se ha perdido de mi vista, no sin antes insinuarme sus cerros y sus humedales, que sobresalen de entre una extensa sabana fría que dista 2700 metros del nivel del mar.

Ahora el verde lo domina todo. Sus diversas tonalidades segmentan la tierra, que a lo lejos, hasta se ve azul y coquetea con las nubes. Hay ríos de todos los tamaños. Desde el inocente riachuelo (que no lo ha de ser tanto desde que se ve bien desde el aire) que corre como sin querer por una geografía más bien benigna, hasta las arterias fluviales, que muestran arrogante el tono "café con leche" de sus aguas, mientras avanzan entre las cordilleras, como subyugándo su grandeza.

¿Cuántos campesinos de Cundinamarca (la cuna del condor, que así se llama la sección territorial que rodea a Bogotá) estarán haciendo su vida bajo este cielo que surca el "McDonell"? ¿Cuantos estarán llegando y cuántos se estarán yendo de este mundo? Y es que ésta, la tierra de mi papá, tiene tantas cosas que contar...

Pienso en eso mientras el avión gana altura, y poco a poco una fina capa de nubes me empieza a robar el paisaje de tierra, para irme imponiendo su leve blancura. Y a cada instante la película es más gruesa y más "esponjada". Finalmente estoy en el pueblo de los aires.

En todas direcciones hay unas abullonadas almohadas opalinas y brillantes que a ratos le dejan una ventana al azul intenso que las rodea. Y uno quiere caminar sobre ellas. Y uno quiere vivir allá y poder poblar este paraíso, que es más visual que cualquier otro, porque tactilmente nunca responderá a la espectativa. Es un " lugar" que sólo existe en la mente de estos tiernos mamífereos para los que retar los cielos es una labor cada vez más rutinaria.

(Y en algunos momentos uno cree que está rompiendo esas nubes, pues siente como el avión penetra las ocasionales corrientes de aire que habitan su camino)

Pero todo lo que sube tiene que bajar. Y los tiernos hilos blancos que tejen esa fantasía nacarada, cada vez están más separados. Hasta que se sueltan para "parir" una imágen hermosa, que llevo tatuada en el alma desde niño: Es el escarpado paisaje antioqueño, el camino de los "arrieros" (hombres que transportan mercancías por la montañas, arreando mulas) y de los cafeteros. Estoy llegando a la tierra que le dio la vida a mi madre y a mi hermano mayor.

Y es que parece que un fuerte gigante hubiese jugado a arrugar esta tierra, como lo haría un niño con la arena en la playa: con hermoso descuido, con una que otra caprichosa montaña que se impone a sus hermanas.

Y entre las cimas y los valles, allí empotrados en la cordillera, se ven los pueblos "paisas" (gentilicio informal usado para la gente de esta tierra y su área de influencia). Por ahí durmiendo en un pico o al lado de un "desfiladero" (como le llama mi mamá a los abismos).

Ahora estamos volando más bajo. Pronto estaré en Medellín visitando la casa de mamá. Encontrándome con la mitad de mi sangre. Con esa gente fuerte y altanera; con esos seres libres y tranformadores; con ese pueblo conservador y matriarcal, con el que me peleo un día, y del que me enamoro al otro.

El aeropuerto José María Córdova, realmente está situado en el municipio de Ríonegro, o sea al oriente de Medellín, a aproximadamente una hora de distancia. Me subo al automotor que me llevará a abrazar a mi madre, a mis tías, y a los jovenes y traviesos primitos a los que no veo hace muchos días.

Y recuerdo el canto de mi madre, el himno de su amada tierra: "Oh libertad que perfumas, las montañas de mi tierra, deja que aspiren mis hijos, tus olorosas esencias".

Y no puedo evitar sentir, al tiempo que un fuerte cariño por estas montañas, una gran nostalgia por "mis" montañas. Esas que están a cientos de kilometros al sur, casi en límites con el Ecuador, y que rodean con sus volcanes a mi querida ciudad de Pasto.