Colombia desde las nubes
Abajo, todo es verde. Ya quedaron atraás las largas autopistas y los anillos viales, los puentes vehiculares que desde el cielo parecen de juguete. Las manzanitas de los barrios que a lo lejos parecen bloques de lego. Bogotá, la inmensa ciudad de 8 millones de habitantes, se ha perdido de mi vista, no sin antes insinuarme sus cerros y sus humedales, que sobresalen de entre una extensa sabana fría que dista 2700 metros del nivel del mar.
Ahora el verde lo domina todo. Sus diversas tonalidades segmentan la tierra, que a lo lejos, hasta se ve azul y coquetea con las nubes. Hay ríos de todos los tamaños. Desde el inocente riachuelo (que no lo ha de ser tanto desde que se ve bien desde el aire) que corre como sin querer por una geografía más bien benigna, hasta las arterias fluviales, que muestran arrogante el tono "café con leche" de sus aguas, mientras avanzan entre las cordilleras, como subyugándo su grandeza.
¿Cuántos campesinos de Cundinamarca (la cuna del condor, que así se llama la sección territorial que rodea a Bogotá) estarán haciendo su vida bajo este cielo que surca el "McDonell"? ¿Cuantos estarán llegando y cuántos se estarán yendo de este mundo? Y es que ésta, la tierra de mi papá, tiene tantas cosas que contar...
Pienso en eso mientras el avión gana altura, y poco a poco una fina capa de nubes me empieza a robar el paisaje de tierra, para irme imponiendo su leve blancura. Y a cada instante la película es más gruesa y más "esponjada". Finalmente estoy en el pueblo de los aires.
En todas direcciones hay unas abullonadas almohadas opalinas y brillantes que a ratos le dejan una ventana al azul intenso que las rodea. Y uno quiere caminar sobre ellas. Y uno quiere vivir allá y poder poblar este paraíso, que es más visual que cualquier otro, porque tactilmente nunca responderá a la espectativa. Es un " lugar" que sólo existe en la mente de estos tiernos mamífereos para los que retar los cielos es una labor cada vez más rutinaria.
(Y en algunos momentos uno cree que está rompiendo esas nubes, pues siente como el avión penetra las ocasionales corrientes de aire que habitan su camino)
Pero todo lo que sube tiene que bajar. Y los tiernos hilos blancos que tejen esa fantasía nacarada, cada vez están más separados. Hasta que se sueltan para "parir" una imágen hermosa, que llevo tatuada en el alma desde niño: Es el escarpado paisaje antioqueño, el camino de los "arrieros" (hombres que transportan mercancías por la montañas, arreando mulas) y de los cafeteros. Estoy llegando a la tierra que le dio la vida a mi madre y a mi hermano mayor.
Y es que parece que un fuerte gigante hubiese jugado a arrugar esta tierra, como lo haría un niño con la arena en la playa: con hermoso descuido, con una que otra caprichosa montaña que se impone a sus hermanas.
Y entre las cimas y los valles, allí empotrados en la cordillera, se ven los pueblos "paisas" (gentilicio informal usado para la gente de esta tierra y su área de influencia). Por ahí durmiendo en un pico o al lado de un "desfiladero" (como le llama mi mamá a los abismos).
Ahora estamos volando más bajo. Pronto estaré en Medellín visitando la casa de mamá. Encontrándome con la mitad de mi sangre. Con esa gente fuerte y altanera; con esos seres libres y tranformadores; con ese pueblo conservador y matriarcal, con el que me peleo un día, y del que me enamoro al otro.
El aeropuerto José María Córdova, realmente está situado en el municipio de Ríonegro, o sea al oriente de Medellín, a aproximadamente una hora de distancia. Me subo al automotor que me llevará a abrazar a mi madre, a mis tías, y a los jovenes y traviesos primitos a los que no veo hace muchos días.
Y recuerdo el canto de mi madre, el himno de su amada tierra: "Oh libertad que perfumas, las montañas de mi tierra, deja que aspiren mis hijos, tus olorosas esencias".
Y no puedo evitar sentir, al tiempo que un fuerte cariño por estas montañas, una gran nostalgia por "mis" montañas. Esas que están a cientos de kilometros al sur, casi en límites con el Ecuador, y que rodean con sus volcanes a mi querida ciudad de Pasto.
8 Comments:
que bien lo has contado Raúl... sentía que volaba!
Saludos!
Ojalá todos disfrutaran así los viajes en avión, contemplando desde otra perspectiva el lugar al que pertenecemos. Me ha gustado mucho la manera en que nos has descrito una parte de Colombia, y que compartas tus recuerdos es un gesto muy amable de tu parte. Yo también espero visitar Colombia un día, algún día.
Lo has descrito tan bien que casi sentí que ahí estaba... y sólo me dieron más ganas de conocer tu tierra! Saludos!
Aunque no he tenido la oportunidad de ir a Colombia nunca, tengo la fortuna de tener amigos colombianos que hablan de su país y se me antoja ir. Me imagino un país muy grande con una gran vegetación, y mucha agua, siempre he tenido esa impresión de Colombia, con sus grandes montañas. Gracias por el paseo aéreo. Saludos!
Me dejaste sin palabras, muy impresionante de verdad, solo oigo de Colombia por su café qeu dicen es bueno, pero como tu no lo cuentas es bello Colombia.
saludos desde Morelia
¡Qué bonito viaje! Lo has descrito todo desde dentro de tí, y se ha notado...
Un abrazo.
Esta no es sólo una descripción de un viaje donde se pueden contemplar las montañas, los ríos, las ciudades, también se pueden sentir el amor a una tierra y a unas gentes que te hacen sentir que formas parte lleno de orgullo de un país, Colombia.
Te felicito, me encantó como lo contaste.
Un abrazo
Me gusto mucho tu manera de contar,no conozco Medellin..talvez esta vez! solo Cartagena,Flandres Y Bogota.... que dentro de poco me volvera a recibir.
En todo caso yo soy una eterna enamorada de tu pais y de su pueblo.
Un abrazo.
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