domingo, febrero 19, 2006

El segundo desplazamiento

Por: Raúl Fernando Díaz Ochoa

A sólo unas pocas cuadras de un inmenso almacén Carrefour, un centenar de personas recostadas en un muro gris, hacen una larga fila para entrar a una bodega. Algunos de sus rostros son totalmente inexpresivos. Otros, tienen lágrimas o expresiones de dolor. Unos más, simplemente reflejan rabia.

En la construcción sólo se ven unas pocas ventanas, todas cerca de la única de las tres puertas que se encuentra abierta. Los vidrios y paredes tienen pegados varios avisos y listados de nombres a los que nadie presta atención. El grupo es indiferente incluso con los vendedores ambulantes que ofrecen avena, almojábanas y golosinas. En medio de la espera, los protagonistas son los pies y las manos que se mueven con impaciencia golpeando tenuemente el piso y las paredes.

En la puerta de la Unidad de Atención Inmediata a Desplazados de Bogotá (UAID) hay un celador corpulento que responde bruscamente a las personas que lo rodean y le hacen varias preguntas al tiempo. El hombre hace gestos de impaciencia y repite frases como “le toca volver a la otra oficina”, “todavía no lo puedo dejar entrar” o simplemente “¡pero escúcheme!” mientras la gente le extienden sus manos llenas de papeles. Cada cierto tiempo, al vigilante lo acompaña una mujer, que da instrucciones para dejar seguir a un grupo, bajo la condición de que traigan los documentos completos.

En la sala que sigue a la puerta, el ambiente no es muy distinto al de la fila. Al menos otro centenar de personas está en este espacio de piso gris lleno de asientos azules. Hay gente de todas las razas, edades y procedencias. El sombrero ‘vueltiao’ y la ropa clara de un anciano de raza negra contrastan con el atuendo moderno y colorido de una muchacha rubia y rolliza de unos veinte años. En medio de las conversaciones, que en este salón son más frecuentes que afuera, se pueden distinguir acentos de varias zonas de Colombia. Las paisas, huilenses, llaneras y costeñas intercambian algunas palabras, que bastan para delatar sus orígenes.

Mientras algunos están dispuestos a contar sus historias, otros, especialmente los hombres jóvenes, prefieren guardar silencio. Una mujer de Socorro (Santander) dice que las FARC la expulsaron de su finca y le quitaron su ganado. ‘Se hicieron pasar por autodefensas’ señala, mientras recuerda que tuvo que abandonar su casa a las 2 de la madrugada, y que sólo llegó a Bogotá hace cuatro días. Luego, otra mujer que espera que llegue su turno de ser atendida, cuenta que los paramilitares expulsaron de su pueblo, en el Tolima, a toda su familia porque afirman que su yerno colaboró en la toma guerrillera del municipio de Prado.

Para llegar a la sala principal de espera, hay que cruzar una nueva puerta, esta vez con la autorización de un funcionario distrital que viste la típica chaqueta amarilla con letras negras y rojas que distingue a la administración actual de Bogotá. A esta zona, las personas llegan en tandas de veinte, que entran a llenar las sillas que dejan disponibles quienes por fin han logrado ser atendidos. En medio del lugar hay un corredor rodeado por tres grandes grupos de sillas.

Allí, al tiempo que narran sus tristezas, los desplazados están muy atentos al llamado de una mujer peinada de cola de caballo y vestida de blanco. Ellos esperan una ayuda para vivienda, un crédito para montar un negocio, o un empleo para alguno de los miembros de su familia. Sin embargo, tras venir varias veces, la mayoría solo ha obtenido un colchón, un par de cobijas, y uno de los tres mercados a los que tienen derecho. Además de un documento que garantiza su atención médica.

Una de las mujeres cuenta que no ha obtenido ese beneficio. “Es que mis hijos mayores y mi esposo apenas llegaron ayer. En cambio yo llegué hace cuatro días. Cuando hablé con el personero, él me dijo que sólo podía inscribir en esta hoja a mi bebé, que era el único que estaba conmigo. Ahora mi hijo llegó enfermo y no se que hacer”.

Las paredes son de ladrillo pintado de negro. El techo tiene varios tragaluces, pero la iluminación está a cargo de unas lámparas de neón blancas. El olor del salón es de sudor concentrado y no es de extrañar dada la elevada temperatura del lugar. Debe ser de unos treinta grados centígrados.

Cada media hora, cuando se renueva la población de este espacio, se repite la misma escena: ¿Ya me entregaron papeles? dice en voz alta y con palabras muy bien vocalizadas una mujer blanca y robusta. Ante ese llamado de atención todas las personas se levantan de sus puestos y se dirigen hacia ella. Le dicen cientos de cosas al tiempo. Mientras unos se abren paso a empujones, otros, esperan resignados y un poco retirados del tumulto. Todos tienen a mano una carpeta o una bolsa plástica donde cargan varios documentos que esperan, con impaciencia, mostrar a la funcionaria.

También lo hace la mujer con el bebé en brazos. Se llama Rocío García*. Tiene el cabello rizado y claro. Sus labios son rosados y luce tez blanca sin manchas. Ronda los treinta y cinco años. Lleva una blusa azul un pantalón verde claro y carga un inmenso maletín. Mientras observa a la criatura que es muy parecida a ella y que duerme placidamente, afirma: “Es que yo no conozco Bogotá. Yo lo que sé es que antes fui a otra oficina, como por Puente Aranda. Llegar a esta ciudad tan grande es muy difícil, y uno no puede ni preguntar porque todos creen que uno es un ladrón”.

En ese momento se oye una voz imponente: “¡No se levanten de sus puestos!. ¡No vengan todos al tiempo! Siéntense sin dejar espacios entre ustedes. Hasta que no hagan eso no pasaremos por cada silla para recibir los papeles”. Los más viejos hacen caso y vuelven a sentarse. Se comportan como niños asustados ante una profesora enojada. Los más jóvenes esperan un poco más, pero terminan por retomar sus sillas, cuando ante cualquier pregunta, la mujer, sin musitar palabra, les señala la fila de asientos. Hasta los más insistentes son doblegados por los gestos cortantes que usan algunas funcionarias de este sitio para controlar las emociones de unas personas que están viviendo la peor tragedia de sus vidas.

En una sala donde la mayoría están callados, la voz de Rocío, que intenta pasar desapercibida, de vez en cuando llama la atención de una que otra persona de las sillas aledañas. Entonces ella habla aún más quedo. “Uno se vuelve resentido. Uno odia a todo el mundo. Uno corre el riesgo de igualarse”. Y luego de pensar un poco, redondea su afirmación: “Yo no puedo confiar en nadie. La gente que nos persigue, ya nos ha encontrado antes, cuando creíamos estar seguros. Aquí nos piden un pronunciamiento de la red de solidaridad social, para incluirnos en la lista definitiva de beneficiarios de salud. Pero, a nosotros nos da miedo estar en esa lista. Ellos nos podrían localizar”.

Todo comenzó en su pueblo, hace nueve años. Su hermano Germán García* era alguien reconocido en su población era integrante de un partido político de izquierda.

“Estaba amenazado y por eso llevaba buen tiempo sin dormir en su casa. Sin embargo, un amigo suyo con muchos contactos lo llamó un día y le dijo que se cuidara. Él, inexplicablemente, creyó que esa noche estaría más seguro en su hogar. Pero no fue así”

Al fondo se oye una voz que ofrece turrones a 500 pesos, mientras algunos desplazados cruzan miradas y hacen gestos de no tener ni para eso.

“Se demoraron media hora en tumbar la puerta de su casa. Su esposa y sus hijos estaban fuera, pero en el pueblo todos oímos lo que pasaba. Ellos sabían que él no se dejaría sacar vivo de la casa, pues no estaba dispuesto a permitir que lo torturaran. El caso de un copartidario al que le habían sacado las uñas y le habían metido palos por los orificios corporales, lo había impactado mucho”

“Él se defendió con palos y ladrillos, que era todo lo que tenía. Y logró evitar que lo sacaran para torturarlo. Tuvieron que matarlo adentro”.

Mientras mira dormir a su bebé, a Rocío* le tiembla la voz. Una lágrima se desliza por su cara. “La gente no entiende lo que es esto. La gente oye, pero no tiene ni idea de lo que es ser desplazado. Llevo nueve años huyendo para que no maten a mis hijos, incluso estuve escondida en un sótano, sin ver la luz, por años, igual que el resto de mi familia. A todos nos obligaron a irnos del pueblo. Cada uno partió a un sitio diferente, por seguridad. Duré seis años sin encontrarme con mis papás. A varios de mis otros diez hermanos no los he vuelto a ver. Sólo uno de ellos, que también era miembro del partido consiguió asilo político”.

Del partido al que pertenecía Germán*, la Unión Patriótica (UP), han sido asesinados en Colombia cuatro mil integrantes desde su creación a mediados de 1980, según denuncias presentadas ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) de la Organización de Estados Americanos (OEA) por diversas ONG.

Así que Rocío tiene claro que debe esconderse. Y así lo ha hecho durante los últimos años. Se radicó en otra ciudad, luego del asesinato de su hermano, pero la depresión la afectó constantemente. Descuidó afectivamente a sus hijos, y el mayor de ellos empezó a presentar mal rendimiento en el colegio. Para él, dejar de compartir con la enorme familia que representaban sus diez tíos fue un golpe muy fuerte. “Yo sólo reaccioné a la situación de mi hijo, cuando me di cuenta, que con tan sólo 8 años, permanecía jugando maquinitas. No se de donde sacaba plata. Eso me llamo la atención sobre lo que podía pasar con él. Hoy, lo admito, lo sobreprotejo. Uno quiere que sus hijos sean buenas personas”.

Pero los asesinos de su hermano la localizaron en su nueva ciudad de residencia. Aunque su esposo y sus hijos, los que más peligro corrían, alcanzaron a huir, ella tuvo que enfrentar a esas personas, que eran bastante agresivas. El acontecimiento impactó mucho al bebé, que no lactó adecuadamente durante tres semanas. “Es tan injusto. ¿Que tiene que ver este niño con todo esto?”.

Por un lado estaba el peligro de que asesinaran a su hijo, y por el otro, estaban algunos grupos que le exigían al muchahcho participar en una venganza por la muerte de su tío. Así que a partir de ese momento inició el segundo desplazamiento de su familia. Todos tomaron rumbos distintos, igual que lo habían hecho sus hermanos nueve años atrás. Pero esta vez acordaron reunirse en Bogotá para buscar ayuda. “Ahora estamos aquí. No conocemos a nadie y estamos en el limbo”.

En ese instante Rocío hace silencio. Una auxiliar de la UAID la llama para que le explique que es lo que necesita. Le hace varias preguntas. Ella, volviendo al presente le cuenta el recorrido que ha hecho por Bogotá en busca de ayuda. Habla duro, con rabia y con impaciencia. Al verla ansiosa y tensa, una señora bastante mayor, que lleva más de dos años en condición de desplazada por la violencia, le dice que tenga paciencia. Ella, que ya es experimentada, y que ha pasado muchos días sentada en esta misma sala de espera, sabe que ponerse mal no ayuda a mejorar las cosas.

Pero ni Rocío ni la anciana están solas en su condición. Mientras la ONG Codhes (Consultoría para los derechos humanos y desplazamiento) dice que en los primeros tres trimestres del año pasado 252.801 personas fueron desplazadas por la violencia en Colombia, para la Red de Solidaridad Social (del gobierno colombiano), este número fue de 141.266 para todo el 2005. Para esta misma entidad, el acumulado de población en ese estado en Colombia es de 1’745.463.

Las palabras de Lizeth Cienfuegos, psicóloga de la UAID ilustran la situación. “Todos los días esto está lleno y siempre hay gente allá afuera” dice con un marcado acento barranquillero. Detrás de su silla, la ventana de la oficina que da a la bodega, está casi tapada por un montón de mercados y colchonetas que muestran por sí solas la dimensión del problema.

“Muchos de ellos dicen que están bien, pero no siempre es así. Algunos están en shock (no entienden la magnitud del suceso) o no aceptan lo que les pasó. Están tan ocupados de su difícil presente, que tratan de no recodar. Son muy pocos los que logran un estado de resiliencia (superación adecuada del impacto)”, dice la psicóloga.

Luego de guardar silencio unos segundos Lizeth puntualiza: “El hecho de que otros seres humanos les hayan causado esto, hace que las cosas sean más difíciles de superar y aceptar. Muchos preferirían haber vivido un desastre natural”

19 Comments:

At 8:04 p. m., Blogger Alejandro Rios Peña said...

El jueves pasado ví en Señal Colombia un programa de historia, cuyo tema del día era la amistad y posterior disputa entre Laureano Gómez y Alfonso López Pumarejo, detonante de la violencia bipartidista que aquejó al país a mediados del Siglo XX. Mientras veía el programa no pude evitar pensar que la historia, 60 años después, no logra narrar con claridad el drama del desplazamiento en esa época trágica, al menos no tan bien como lo pueden hacer mis tios o mi propio padre cuando me cuentan que una noche tuvieron que salir corriendo de su finca en Toribio (Cauca) y refugiarse en la personería del pueblo porque los iban a matar por 'Godos'. Mi padre tenía 5 años y recuerda todo con una claridad estremecedora. Sólo espero que algún dia este escenario de muerte, impotencia y desalojo que vivímos sólo sea un pasaje corto y remoto de nuestra memoria colectiva, sólo recordado para no volver a cometer los mismos errores.

 
At 8:23 a. m., Anonymous Anónimo said...

¿Está basado en algún hecho real o tiene muchas connotaciones reales? porque a mí me lo parece. Me gusta cómo te expresas, como un periodista. Un salu2

 
At 1:53 p. m., Blogger Unknown said...

Vaya, es una historia bastante fuerte la que cuentas. La verdad no entiendo mucho del tema, pero comprendo que fueron tiempos trágicos, como ha habido en muchas partes. De estos episodios, es de donde aprendemos a no repetir los malos momentos. Acá en Chile. también hubo momentos oscuros, pero bueno, por suerte se trata del pasado.
Es bueno leerte como siempre.
Saludos!

 
At 11:13 a. m., Anonymous Anónimo said...

Que horrible. Nadie debería vivir algo así jamás. No puedo creer el daño que un ser humano puede llegar a causarle a otro. No debería de ser.
Cada vez me impacta más tu modo de escribir. Es estremecedor. Un abrazo!

 
At 11:13 a. m., Blogger Raúl said...

Fe de errata:

En la versión inicial de mi texto periodístico, usé mal el verbo ataviar, el que no es adecuado para referirse a un maletín... Su uso es adecuado para adornos o cosas incrustadas. Como verán, he modificado levemente esa parte del escrito, usando esta vez un verbo más adecuado: cargar.

Así, donde decía: "Está 'ataviada' con un inmenso maletín", ahora dice "carga un inmenso maletín".

Esta acertada corrección la ha hecho mi amigo Alejandro.

Por otro lado, aprovecho para agradecer los motivantes comentarios de espiritucaotico, hepburn y loruka.

Espiritu: El artículo es 100% periodístico. Es totalmente real. Es, lamentablemente, la realidad de gran parte de la zona rural de mi país. (Incluso de algunas zonas urbanas). Nada me puede hacer más feliz que leer que me expreso como un periodista, amigo!

Hepburn: ¡Qué bueno que todo esto es historia para Chile!. Espero que algún día, en Colombia podamos decir lo mismo. Por ahora, habrá que narrar este terrible presente. ME alegra que disfrutes de mi blog. Es una alegría saberlo.

Loruka: ¿Qué decir? Me haces sentir muy bien con tu elogio, colega. Es muy motivador leer tus positivos comentarios. Ese es el periodismo en el que creemos: Contar al detalle, sin egolatría. ¡Gracias!

 
At 11:24 a. m., Blogger Raúl said...

Alejandro,

Nada como una historia real, con pesonajes de carne y hueso, para entender la magnitud del conflicto.

A mi abuelita materna, en la época que llaman de la 'violencia' (¿Cómo llamarle a la de ahora?) le quemaron su casa en Fredonia (Antioquia), cuando mi mamá tenía como cuatro años. (Así que varias de mis tías tenían tres, dos y un año...)

Tuvo que salir huyendo con todo ese montón de niños. Todo porque ella, sus hijos mayores, y mi abuelo (que estaba en la finca) eran liberales (o cachiporros).

¡Cuanta gente, además de tu papá y mi mamá, sufrió en esa absurda guerra de partidos políticos!

Y yo, soy hijo de un conservador(mi padre murió hace 8 años) con una liberal. El amor es la salvación, creo...

 
At 1:13 p. m., Anonymous Anónimo said...

Desde luego que impresiona este relato que haces, pues aunque todos conocen lo que está pasando, leerlo con una protagonista que lo cuenta en primera persona es impactante.
El género humano ¿aprenderá alguna vez que la violencia sólo engendra más violencia?.
Un abrazo

 
At 1:52 p. m., Anonymous Anónimo said...

He leído y releído con mucho detenimiento tu interesante crónica y no puedo sino decirte que me ha mantenido enganchado a las líneas del texto de principio a fín.

Si te soy sincero, debo decirte que desconozco en gran parte las circunstancias históricas o políticas que han provocado los hechos que narras; pero también te diré que es tan vivo tu relato, tan real la percepción de la situación, y tan dramáticas las vivencias individuales de las multitudes de las que tu nos muestras unos ejemplos, que no queda sino reconocer que, tanto por el tema como por el estilo, has hecho un maravilloso trabajo.

En cuanto a lo de mi desconocimiento, es un mal que tiene cura: prometo poner manos a la obra inmediatamente e informarme de la historia de tu país.

Gracias por compartir con nosotros tu trabajo.

Salud y Fraternidad

 
At 1:55 p. m., Blogger PeTo C. said...

Bueno, la verdad, me impresiona como vivo en la nada realmente, es increible las cosas que aun siguen pasando y uno no esta ni enterado, soy de Argetina, pais que tubo muchas dictaduras, en el cual mis abuelos fueron perseguidos por ser afiliados al partido comunista. Yo no lo vivi a esto, creo que ahora estamos en tiempos de paz, pero siempre hay injusticias, siempre hay gente sufriendo, y uno vive ciego, es como algo de la cultura de aca, mientras no me toquen no actuo, no me quejo, no molesto... estoy seguro que con el solo echo de recorrer mi pais me daria cuenta de todo el sufrimiento que hay en el, recorrer Latinoamerica seria darme cuenta de toda una realidad, de como sufren los pueblos, de la impontecia que esto me daria, en fin podria seguir y profundizar pero no es mi intencion... si kieren nos juntamos a devatir :P jiji sin mas molestias saludo ate. PeTo C.


Pd: el estar informado es lo que motiva a uno a actuar. no se puede actuar sin ver una realidad, sin vivirla ni sentirla. :S chau por que empiezo de nuevo

 
At 1:55 p. m., Blogger PeTo C. said...

Bueno, la verdad, me impresiona como vivo en la nada realmente, es increible las cosas que aun siguen pasando y uno no esta ni enterado, soy de Argetina, pais que tubo muchas dictaduras, en el cual mis abuelos fueron perseguidos por ser afiliados al partido comunista. Yo no lo vivi a esto, creo que ahora estamos en tiempos de paz, pero siempre hay injusticias, siempre hay gente sufriendo, y uno vive ciego, es como algo de la cultura de aca, mientras no me toquen no actuo, no me quejo, no molesto... estoy seguro que con el solo echo de recorrer mi pais me daria cuenta de todo el sufrimiento que hay en el, recorrer Latinoamerica seria darme cuenta de toda una realidad, de como sufren los pueblos, de la impontecia que esto me daria, en fin podria seguir y profundizar pero no es mi intencion... si kieren nos juntamos a devatir :P jiji sin mas molestias saludo ate. PeTo C.


Pd: el estar informado es lo que motiva a uno a actuar. no se puede actuar sin ver una realidad, sin vivirla ni sentirla. :S chau por que empiezo de nuevo

 
At 2:26 p. m., Blogger Raúl said...

Leodegundia: Sólo puedo enviarte otro abrazo... Con todo el corazón, como siempre. Esa sensibilidad tuya, hace que escribir una histria tan dura tenga sentido...

Charles: Gracias por tu interés en mi país y por las generosas palabras con que comentas mi texto. Lo de "Maravilloso Trabajo" me llega al corazón, amigo.

Petopunk: Me alegra pensar que brindar información invita a dejar a un lado la indiferencia. Qué bueno ese interés tuyo por conocer a nuestra América. Somos un pueblo después de todo. Que gusto tener tus comentarios por acá!

Saludos,

 
At 2:53 p. m., Anonymous Anónimo said...

Ciertamente, una cruda y cruel realidad. Ciertamente, nunca ninguno de nosotros quienes hemos vivido y crecido como citadinos entenderemos, a fe, lo que significa vivir en carne propia el drama del desplazamiento forzado por la violencia. No obstante, relatos tan intensos como éste, sin duda alguna (ciertamente), nos aproximan a una aterradora semblanza de este flagelo.

Fer!

 
At 8:21 p. m., Blogger Bea said...

Sa la do... una cruel realidad ésta que cuentas, siempre con ese estilo tan tuyo...
Mi país tb tuvo su período oscuro, y las heridas tardan en sanar.
Te mando un abrazo fuerte y un gran beso. Adelante, periodista!

 
At 2:47 p. m., Anonymous Anónimo said...

Es dificil llegar a imaginar tantos mundos diferentes en un mismo mundo. A veces cuesta tener fe.

 
At 11:34 p. m., Blogger Energúmeno said...

Hola Raúl, debo decirte que me ha encatado este post. Siempre sentí un gran interés hacia la problematica de tu país, siempre tuve la necesidad de saber sobre las guerrillas. Creo que con esto que me brindas, me das un empujón para investigar.
Por otro lado, es increíble la unicidad que existen entre los echos que describís con la realidad; pero mas increíble es, que suceda esa mierda. Pienso que de por medio hay mucha mas mierda, que de alguna forma explicaría (pero no justificaría) el accionar de ciertos grupos y de clases políticas.
Muchos aplausos, un abrazo.

 
At 10:35 a. m., Anonymous Anónimo said...

si el mundo tuviera un mínimo de justicia, nadie debería padecer esto ni deberíamos conocer estas historias, pero el mundo no es así y las cosas suceden.
Y estás tú para narrarlas, con un estilo que hace que lo sientas más, pero que al mismo tiempo aligera la carga de emociones... ¿Y así querías dejar el periodismo? No lo dejes, eres bueno.

 
At 10:56 a. m., Blogger Raúl said...

Hola,

Fer: ciertamente esta historia es muy dura. Me alegra mucho que mi trabajo sirva para que algunas personas puedan aproximarse mejor a esta impactante realidad. Gracias por tu lectura!

Luzbeíta: Gracias por tus ánimos. Significan mucho para mi. Que positivo que hables de un estilo "muy mío". Me dejaste muy emocionado!

Ivich: Tu que lees en mi alma, siempre con tanto acierto, te puedes imaginar cuanto me ha impactado este reportaje. Sí. A veces cuesta tener fe. Pero hay que intentarlo...

Maxi: Gracias por tus buenos comentarios a mi trabajo. Estoy de acuerdo en que detrás de todo, hay fuertes razones sociales. Sólo un mundo más justo garantizará una paz duradera... Qué bueno que te intereses por Colombia. De verdad que necesitamos del interés del mundo, amigo!

Diego: Tu constante apoyo, tu amistad franca y tu buena energía han sido un megnífico punto de apoy opara mi vocación periodística. Así que saber que este texto, de un tema tan duro, te pareció bien trabajado, me da muchísimos ánimos de seguir adelante!

Gracias a todos por sus comentarios. Significan mucho para mi. Y lo digo de todo corazó.

 
At 10:22 a. m., Anonymous Anónimo said...

Magnífico reportaje Raúl. Poco a poco vas captando la atención hasta el punto que quieres saber qué viene detrás. La conclusión, sublime.

 
At 5:48 p. m., Blogger carlitos said...

Al fin tengo el tiempo para estar leyendo de nueva cuenta estos blogs que tanto extrañaba, se supone que uno otorga a gente para que nos lleve por buen camino y nos proteja de injusticias pero esos poderes otorgados son los que usan para abusar d enosotros, esta pequeña y corta narración escenificando a unos cuantos es muy triste, al menos quede impotente con rabia por los sucesos y la poca diplomacia para manejar estos asuntos de esas personas, pareciera tu artículo periodistico fuera de lo real, pero bien la dice la realidad es dura y cruda.

 

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