jueves, julio 27, 2006

Turbulencia

No quiero hacerle daño a nadie.
Pero eso me ha llevado a no hacer la vida que quiero.
Y de cualquier modo, siempre alguien ha salido lastimado.

Siempre trato de ayudar.
Pero eso ha ocupado mi mente de forma tormentosa.
E igual nunca ha sido suficiente.

Quiero ser feliz.
Pero no se en que consiste mi felicidad.
Y los experimentos que he hecho no me han acercado a ella.

He dado mucho.
Y he recibido mucho.
Y aún me siento vacío.

He probado varios caminos.
Y he descartado varios más.
Pero el mundo aún me parece inalcanzable.

A veces me invaden unos deseos enfermos de alguna cosa.
Y me siento intranquilo e inestable.
Pero miro por la ventana y no se cual es el siguiente paso.

Y cuando me acuesto me siento sólo.
Y quisiera poder endulzar mis angustias con un poco de amor.
Pero no se por donde empezar.

(Quiero que la próxima vez que esté al borde del final,
todo sea diferente.)

sábado, julio 22, 2006

Trilogía


Ya sabrás

Ya sabrás que mi piel reseca es un libro.
Un catálogo de cicatrices.

Ya lo sabrás cuando entiendas los discursos de mis manos.
Cuando sientas el relieve herido de mis pies.
Cuando mi voz aguda se vista de susurro, para ti.

Ya sabrás que mis palabras se creen premoniciones.
Unas mercaderes de tabús.

Ya lo sabrás cuando oigas mis versos enfermos y mi voz ansiosa.
Cuando conozcas mis trazos deseperados que duermen en periódicos viejos.
Cuando descanses sobre mis dibujos y mis alucinaciones.

Ya respirarás los temores que viven en mis fotografías.
Y la envidia que mis dedos sienten por las historias que cuentan.

Un credo

Me regalará las notas musicales de sus labios.
Convertirá mis versos en la textura de su piel.
Hará una canasta con el temblor de mis manos.

Su voz me hará conocer mil sabores.
Rebautizará todas mis flores con su silueta.
Sus huellas serán mi aire.

El vuelo de las palomas perdidas habitará en sus manos.
Su silencio será el reloj de la tierra.
Dormirá tranquila en los caminos que hizo suyos.
(Yo tendré hambre de abrigo y la calmaré con la resurrección de las hojas.
Con cada ráfaga de espacio que me ella me regale)

(Con la colaboración de Giro)

Tu arcilla

Quiero que seas la hoja que se resiste a desprenderse.
Y la huella de un niño eternizada en el cemento.

Quiero que seas las marcas del sol en mi piel.
Y las cicatrices que visten la tierra.

Quiero que duermas en mi como duerme el mar en los caracoles.
Y como duermen los edificios en la arena de las montañas.

Quiero que respires mi vulnerabilidad y mi paciencia.
Y que seas la memoria del cesped y el asfalto.

Quiero que tomes mis deseos y los vuelvas tu arcilla.

Publicados originalmente en reverberancia.

martes, julio 18, 2006

Identidad

Mi papá nació en Choachí, un pueblito del departamento de Cundinamarca que está al otro lado de los cerros orientales que adornan a Bogotá. Quedó huerfano (de padre y madre) a los tres años. El padre murió de tristeza, según dicen, dos meses después de que muriera la madre.

Estudió con la comunidad católica de los salesianos hasta terminar primaria en la granja que ellos tenían en el pueblo. Sus familiares lo cuidaban (especialmente el tío Manuel José), pero el decidió partir a estudiar su eduación secundaria (bachillerato) a Ibagué, la llamada ciudad musical de Colombia. Para conservar su beca, decía que quería ser sacerdote.

Luego regresó a Bogotá. Vivó (igual que yo, hoy en día) en casa de su hermana (mi tía) Idalid que era algo mayor y ya estaba casada. Aquí trabajó en el hipódromo, vendiendo boletas y apuestas, o algo así. Con el dinero que reunió, y con lo que le quedó de herencia, pudo estudiar Ingeniería Forestal en la Universidad Distrital Francisco José de Caldas.

Luego, consiguió un trabajo en la zona de Urabá, al noreste del départamento de Antioquia, que tiene como capital a Medellín.

***
Mi mamá nació en Fredonia, un pueblito cafetero de Antioquia. Su madre, una típica matrona 'paisa' sacó adelante un hogar con una decena de hijos, y para ello se fue para Medellín cuando mamá era sólo una niña. Mi abuelo, decidió quedarse en la finca y no acompañar en la migración a su familia.

Con mucho esfuerzos, todos los niños estudiaron juiciosamente, y fueron siempre distinguidos como los mejores estudiantes. La abuela siempre consiguió becas para sus hijos con los políticos de turno. Era una liberal militante.

Mi mamá estudió una carrera media para ser 'promotora social' o sea una especie de lider para las comunidades. Fue una de las pocas hermanas que no se inclinó por ser maestra, que era lo que estaba más al alcance de todos.

Después de un par de años en la Universidad de Antioquia, salió a trabajar en la zona bananera de Urabá.

***
En Turbo (Urabá, Antioquia), hacia 1967, mis papás se conocieron, se enamoraron y se casaron.

Mi mamá trabajaba con comunidades indígenas e interactuaba con gente de la "ALianza para el progreso" (mi mamá dice que no eran espías, pero vaya uno a saber) y de los "Cuerpos de paz. Mi papá, ejerció su profesión buscando una explotación sostenible de una zona bastante selvática y rica en biodiversidad.

Por varios años mis papás emprendieron viajes, motivados por la profesión de mi papá. Donde había bosque, ahí estabana ellos. El Putumayo y el Cauca (cuya capital es Popayán, fueron dos de los sitios donde vivieron. Para esos años mi mamá había hecho ya otra profesión (Sociología) y ya tenían dos hijos: mi hermano mayor, Javier, nacido en 1969 y Jaime, nacido en 1971, quien nació con Síndrome de Down.

A mediados de los setenta, mi familia se estableció en Pasto (Nariño) ciudad localizada en el suroccidente colombiano (cerca al Ecuador), donde compraron su casa. Y allí tuvieron al menor de sus hijos: Yo.

***
Por supuesto que yo soy pastuso (Mis hermanos nacieron en Medellín). El único pastuso de mis familias materna y paterna. Sin embargo, Medellín siempre fue una fuerte referencia en la distancia. De hecho, siendo muy niño, viajé varias veces, para visitar a mis tías y para conocer a mi abuela. Hasta viví un año allá a los 9 años de edad.

De Bogotá (y de Choachí) supe muy poco hasta los 17 años, cuando mi tía Alcira (hermana de mi papá) me invitó a conocer estas tierras. Siempre fueron lugares que salían de la mente de mi papa. Una mera abstracción teórica.

Mi mamá me enseño a ser hincha de Atlético Nacional, uno de los dos equipos de Medellín. El año que viví allá (1989) el equipo verde ganó la copa libertadores de América, y así me terminé de enamorar perdidamente de él.

En Pasto, mi tierra, por esos años, todos los niños eran hinchas del América y del Deportivo Cali, que eran los quipos más importantes del occidente colombiano. Cali es el referente cultural (y económico) más importante de esa zona de Colombia.

Nunca tuve acento pastuso. Todos mis paisanos pensaban que yo era caleño. Evidentemente de caleño no tenía nada. Y un paisa dificilmente me sentiría como su coterraneo. De alguna manera, era de todas partes, y de ninguna.

Mamá insistía en decir que yo era un antioqueño nacido en Pasto (ja ja ja).

Sin embargo, siempre quise a mi tierra, a mi Pasto. No conocía realmente otra. Su música, el ascento de su gente y su paisaje eran los míos y siguen siendo los míos.

Pero siempre era un poco de otro lado. Por mis apellidos (Ochoa es un apellido muy antioqueño), por mi acento, por mi vocabulario (muy influenciado por mis padres, que no tenían nada de Pastusos) y por mis hábitos gastronómicos que eran muy distintos a los de mis compañeritos. (En Pasto se come cuy, un roedor más o menos parecido al conejo que a mi nunca me gustó mucho. En cambio, yo era una joven máquina de devorar Bandeja Paisa).

Así pasaron los años. Hice varios amigos en mi tierra, pero siempre, una pequeña parte de mi se sentía extraña. Allá no tenía primos, ni familia diferente a mis padres y hermanos. (Mi hermano Jaime murió cuando yo tenía casi cuatro años. Mi hermano Javier partió a estudiar su carrera Univeristaria (aquí a Bogotá) cuando yo tenía menos de seis.

Cuando cumplí quince años terminé mi bachillerato (lo normal en Colombia es graduarse a los 17 o 18) y partí a estudiar a Popayán, una pequeña y hermosa ciudad que queda en la ruta entre Pasto y Cali, y de la cual mi padre siempre había estado enamorado.

Allá viví, separado de mis padres, hasta los 22 años y fui muy feliz. Conocí grandes amigos. Me enamoré por primera vez (y tal vez única hasta hoy).

Mis vínculos con Popayán no se pueden definir facilmente con palabras. No se si baste con decir que allí viví algo así como la cuarta parte nominal de mi vida y más de la mitad efectiva (entre los quince y los 22 se vive mucho). Creo que hasta se me transformó mi acento¨: A mi sopa de música Paisa, cundiboyacense y pastusa, se sumó un ingrediente payanés (con una fuerte influencia, ahora sí, caleña).

Cuando me gradué partí de Popayán, a donde no he regresado en algo más de tres años. Pasé unos días en Pasto y en Medellín, y finalmente encontré trabajo en Bogotá. Aquí aparecieron todos mis tíos, primos y primitos. Una familia inmensa.

Estar aquí ha sido encontrarme con mil versiones del rostro de papá, muchas recién nacidas. Encontrarme con sus gestos y sus refranes. Con su comida y su paisaje. Y eso me ha impactado, y de alguna manera me ha hecho renacer. Reimaginarme.

Mis primos no entienden que yo no sea hincha de Millonarios (uno de los dos equipos de fútbol capitalinos). A veces no me lo perdonan. Ellos me sienten tan suyo, como yo los siento a ellos míos. Parte de mi esencia y de mi vida. Mis hermanos nuevos.

Yo por mi parte, a veces no me perdono ser hincha de Nacional y no del Pasto, el equipo de mi tierra, que cuando yo era niño no existía, y que hace un mes se coronó campeón del fútbol colombiano, borrando de un tajo la acostumbrada invulnerabilidad de los equipos 'grandes' (dentro de los que está Nacional).

Debo admitir que el día del título me sentí raro. Sentía que debía estar gritando por el qeuipo de mi tierra y no lo hacía. Se que muchos de mis amigos si lo hicieron, pues abandonaron al Cali y al América, apenas nuestra ciudad tuvo equipo propio.

Y mientras pienso sobre el pasado, el presente y el futuro, y en como esta historia se pudo acabar en un segundo hace un mes, en mi cabeza sigue la promesa que les hice a mis primitos de ir con ellos a ver un partido de Millonarios. Se que lo pasaremos bien. Así yo me siga sientiendo extraño.

(No soy de aquí, ni soy de allá, no tengo edad, ni porvenir, y ser feliz es mi color de identidad/ Alberto Cortez)

viernes, julio 14, 2006

Balance

(Día 9 de Juio de 2006. Al margen de los 20 días de inhabilidad, las molestias de la cirugía y los gastos de medicamentos)

Perdí: Mi querida cámara digital con la que tomé fotos que me hicieron sentir muy realizado. Tenía la huella de la mordedura que Rex, la mascota de mi ahijado, le había propinado meses atrás. Con ella se fue la memoria adicional que me permitió tomar muchas fotos en Monserrate (Cerro que está en las afueras de Bogotá al que suelo ir con mis primos) y en la zona cafertera colombiana, en donde estuve con mamá a comienzos del año. Me queda de consuelo de que los ladrones no podrán tomar buenas fotos de noche, pues para eso no sevía mi pequeña Genius. Tampoco tendrán Zoom óptico, pero podrán tomar muchas fotos con la memoria extendida.

Perdí: Mi tarjeta Cineco válida en las salas de proyección de Cine de "Cine Colombia" con una carga de aproximadamente $40.000 (16 dólares). Esto me hubiera alcanzado para ir dos veces a cine con dos de mis primitos (y me hubiera ahorrado varias filas en los teatros). Sólo espero que los ladrones hayan visto buenas películas que los lleven a ser mejores personas (Ojalá no hayan ido a ver Ultravioleta, pues de haber sido así, "esa platica se perdió". (Adquirir la tarjeta de nuevo es sencillo. No hay mayor problema)

Perdí: Mi tarjeta Tower Records, que me daba el 15 % de descuento en compra de CDs. No he averiguado si es posible recuperarla de inmediato, o si debo volver a hacer una compra superior a US$60 (aproximadamente 3 CDs originales). No niego que me gusta ser legal. Pero los precios de la piratería ponen a pensar a cualquiera.

Perdí: Mi CD "ONE" de The Beatles. Era un regalo que mi mamá me había dado antes de entrar a trabajar. Y si bien tengo un CD con toda la obra de ellos, me hacía sentir bien tener al menos un CD original de quienes son mis artistas favoritos (por culpa de mi hermano Javier, el fan #1 de el cuarteto de Liverpool).

Perdí: Mi maletín negro de la marca colombiana Totto con bolsillo para computador portatil (el cual afortunadamente no llevaba esa noche). Lo había escogido con la grata co0mpañía de mi ahijado Leo. Era muy sobrio al igual que quienes lo escogimos... (Y saber que me había demorado como 6 meses en decidirme a comprar un maletín...). Por ahora estoy usando el maletín que mi empresa me da de dotación, aunque debo decir que éste es más adecuado para irse de "camping" que para visitar clientes... (odio el exceso de bolsillos en los maletines).

Perdí: Mi billetera café. Era el regalo de grado de mi entrañable amigo Eduardo Moreno. Es innegable que esa billetera me acompañó en una época de mi vida muy positiva en lo económico.

Perdí: Mis gafas nuevas. Tenían un diuseño sesentero que me agradaba bastante. Eran antireflectivas y ultradelgadas, algo muy favorable ante mis más de 4 puntos de astigmatismo. Me habían costado cerca de US$160 ($400.000 pesos colombianos que es bastante para mi). Si bien ahora tengo unas nuevas que también me gustan mucho y son Transition, me hubiera gustado tener esas gafas más tiempo. No tengo idea de que puedan hacer los ladrones con ellas. De seguro si las hubiera llevado puestas no me las hubieran robado, pero estaban dentro del maletín... (La vanidad no es buena consejera!!!)

Perdí: Una lectura sobre la importancia del plagio en la cultura y su desarrollo. Era bastante complicada, y si bien la empecé varias veces, debo admitir que descansé cuando recordé que la había perdido.

Perdí: Tarjetas bancarias varias, que afortunadamente mis primas E. y S. bloquearon de inmediato.

No perdí: Mi cédula de ciudadanía, documento único de identificaicón en Colombia. Los ladrones, en un gesto difícil de creer (en unas personas capaces de apuñalarlo a uno) la dejaron en una casa del barrio donde me atracaron, junto con mi lista de telefonos. Mi Prima E2 los fue a recoger. Junto con la cédula devolvieron mi carnet de caja de compensación (tal vez pensaron que facilitaría mi atención médica, pero se equivocaron, debieron devolver el carnet de la E.P.S. De todas maneras, se les tiene en cuenta.

No perdí: Mis estampas de la Vírgen de la Medalla Milagrosa, el Arcángel San Garbiel y Santa Helena (patrona de la parroquia correspondiente al barrio en que habito). Los ladrones las devolvieron con la cédula.

No perdí: El preciado reloj que perteneció a mi padre. Por alguna razón no me lo quitaron. Tal vez ya se le notan los años.

No perdí: Mi amada camisa azul, con adornos que parecen la huella de un derrame de líquido blanqueador. Afortunadamente estos chicos no me quitaron la ropa. Hubiera sido terrible (Bogotá es muy frío)

No perdí: Mi fe en la gente. Mis compañeros del postgrado me auxiliaron para llegar a la clínica. El médico de urgencias luchó contra el sistema para pasarme a Cirugía. Mis amigos y familiares no me dejaron sólo ni por un instante. Por allí desfilaron (excepción hecha de los que están lejos) todas las personas que quiero y me quieren. Muchos llamaron de sitios tan diversos como Piendamó (Cauca, Colombia), Turín (Italia) y Concepción (Chile, donde vive mi hermano Javier).

Perdí temporalmente: 8 kilos de peso. Ya recuperé 4 y creo que voy por los otros 4. Fue bueno no ser gordo por unos días.

Gané: Un Koala de peluche que he bautizado Isaac, en honor a Newton. Es regalo de mis tías de Medellín. Es bastante pequeño y bonito. Cuando uno le apreta la barriga ruge como un león.

Gané: Tiempo para ver el mundial de fútbol de Alemania. Practicamente no me perdí ningún partido, y eso me resultó muy placentero, en medio de las incomodidades.

Gané: Tres semanas con mi mamá, quien vino desde Medellín para cuidarme en mi convalecencia.

Gané: Unos días de pausa en mi vida, para evaluar hacia donde voy y que quiero. Aunque aún no tengo conclusiones, creo que varias están en camino.

viernes, julio 07, 2006

Un nuevo proyecto

Amigos,

Desde hoy estoy colaborando en un blog colectivo que ha tomado vida gracias a la excelente inicativa de mi amigo Giro.

Se trata de: http://reverberanciaoscura.blogspot.com/ .

Será para mi un placer contar con sus cometarios en este nuevo sitio que, en lo personal, se convierte en una nueva motivación para escribir más y para experimetar más cosas.

Por supuesto, Episodios y Viejos Episodios no desaparecerán. Es más, creo que el nacimiento de su nuevo hermano los llenará de más vida.

Reciban un fuerte abrazo y todo mi agradecimiento por todas las manifestaciones de afecto y de solidaridad que me han hecho llegra trás los días dificiles que viví.

Ahora hay que seguir viviendo. O sea, en mi caso, hay que seguir escribiendo.

Un fuerte abrazo,

RaDiO.

martes, julio 04, 2006

El regreso

Estimados amigos y lectores del blog,

Ha pasado casi un mes desde mi último post. Tal vez se trate de la ausencia más prolongada que haya tenido desde que creé este espacio al que le he tomado tanto cariño y que me ha brindado tantas experiencias agradables. Y por esa razón quiero contarles por qué estuve alejado por tantos días...

El viernes 9 de junio fue un día agitado para mi. Luego de asistir a un acto cultural del cual mi compañera P. y yo ibamos a hacer una nota periodística, resulté en una reunión con algunos compañeros de la especialziación en el tradicional barrio bogotano La Soledad.

Hacia las 11 y 30, y luego de compartir una reunión que me resultó más bien aburrida y de tomar un poco de whisky, decidí partir. No tenía claro si ir a mi casa, o a una reunión de exalumnos de la Universidad del Cauca a la cual también estaba invitado, así que salí a la calle a hacer tiempo mientras tomaba un taxi, en lugar de pedirlo por telérfono. Ese fue un grave error.

A tres o cuatro cuadras de la casa donde estaba, me abordaron tres hombres vestidos de pantalones anchos y camistetas largas. Cuando vieron que traté de acelerar el paso, me rodearon y me quitaron mi maletín y mi billetera.

Alcancé a decirles que por favor me dieran algo de dinero, del que me habían robado (cerca de 100.000 pesos (aprox. US$40) para poder transportarme a casa, antes de darme cuenta de que me habían herido en el abdomen. Casi no sangraba, pero ese instante fue aterrador. Ellos no me dieron ni un peso, a pesar de saber que yo estaba herido y en un sitio bastante solitario.

Allí empezó el proceso de supervivencia. Nada de miedo y 100% mente lúcida. Tuve que regresar por la misma vía por la que me habían atracado. No tenía alternativa, pues necesitaba de alguien que me acercara a un hospital. Temí por un segundo que ellos pensaran que yo los seguía...

Luego, unoscinco minutos caminando, sin parar. Sin ningún dolor. Sin pensar en nada. Sólo en alcanzar la meta. El sitio donde estaban mis compañeros.

Cuando entré hablé como siempre: "Disculpen, buenas noches. Lo que pasa es que me atracaron y estoy chuzado. Necesito ir a un hospital. ¿Sería posible que alguno de ustede me acercara?". La respuesta no se hizo esperar. M, una de las compaleras de la universidad, ya tenía el carro encendido cuando terminé de hablar. Es como si se hubiera teletransportado.

Subí al auto. Me acompañaron, además de M, J y su novia. Entre los tres me ayudaron a conservar algo de la calma que ya había comenzado a perder, a medida que el instinto de supervivencia sentía cumplida su labor, y le daba paso al terror.

Llegamos a la clínica Marly, cuandono había pasado ni media hora del atraco, o eso creo yo. La novia de J se comportaba como un angelito. J me hacía reir, y M asumía un liderazgo admirable ante una situación tan inesperada.

De allí en adelante, todo fue exitoso. En poco tiempo, tal vez una hora, ya estaba pasando a cirujía, la cual era necesaria para descartar perforación en algún órgano.

Las enfermeras fueron muy amables (excepción hecha de un comentario cruel acerca de que ellas habían recibido hace algunos días otro pastuso (gentilicio de mi tierra) herido, pero que ese si era bonito, un rubio de 2 metros de estatura con ojos claros y piernas de futbolista. Aún herido, no pude dejar de sentir herido mi orgullo. Sobre todo teniendo en cuenta que esas enfermeras habrían de vestirme para cirujía, y que no quería más comparaciones...

Antes de entrar a cirugía sentí mucho miedo. Temblé mucho. El doctor tuvo que darme un tiempo para calmarme. En ese momento por fin fui lo bastante consciente de la gravedad del asunto... El apoyo de mis primas E y G que estuvieron a mi lado en ese isntante, al igual que la visita de mi amiga P, fueron claves para que por fin lograra calmarme.

Luego llegaron dos días sin comer. Me habían perforado el colón en el atraco, y me tuvieron que coser, así que comer o beber me podría generar una peritonitis, lo cual es verdaderamente grave. Tampoco debía hablar mucho, pero eso es demasiado pedir para mi.

Y desde ese momento, comenzaron 20 días de recuperación, con comida liviana, con mucho fútbol gracias al mundial de Alemania y con buena música de The Strokes y de Placebo.

Ahora estoy de regreso a mi oficina y al internet, y debo confesar que extrañé mucho a mis amigos bloggers. Muchísimo. Y que ahora se que no me quiero morir. A veces uno dice muchas tonterías que de verdad no desea.

Ahora que la vida me ha dado otra oportunidad, entiendo la importancia que tiene ser feliz y ahcer feliz a los demás mientras realzamos este viaje de la vida.