viernes, septiembre 30, 2005

Carta a una amiga

Querdida Amiga,

No es fácil volver la vista atrás después de tantos años, pero tu amable frase del otro día en el messenger hace que este ejercicio me resulte indispensable. De cualquier modo, si recordar es vivir, creo que es menester recordar a menudo.

Hace siete años estabamos finalizando cuarto semestre de ingeniería electrónica, uno de los semestres más pesados de la carrera en la facultad de la Universidad del Cauca. Creo que tu no ibas tan mal en las materias como yo. Bueno, para ser exactos tu estabas mal por otros asuntos diferentes a la carrera, mientras a mi lo que me estaba matando eran las clases y los exámenes.

Mis 17 años no resistían estar encerrado en el cuarto semestre de una facultad de electrónica. Ver la película Titanic no ayudó mucho.

Para mi, alguien cuya adolescencia había sido tan breve y en quien una pseudo adultez se había posado precozmente, ver a un Jack Dawson enamorando a una Rose en un barco trasatlántico, en medio de una loca aventura, donde lo importante era hacer que cada día contara y aprovechar la vidad hasta el último instante, fue un martillaso brutal del que casi no me levanto.

Lo tuyo era algo sentimental, sobre lo que no estaría bien hablar demasiado, pero que te afectó mucho. Lo bastante, como para que en esos días estuvieras tan confundida como yo.

Tu martirio eran algunas cartas, o algunas situaciones incomodas. El mío, era ver el paisaje verde de Popayán por la ventana de un laboratorio de electrónica que no me atraía en lo más mínimo.

Esas cuatro horas que duraban las sesiones del Laboratorio 1 de Electrónica eran un infierno. Siempre sintiéndome tonto, siempre soñando con extensas caminatas lejos del aula, siempre oyendo la voz de aquel ser cruel que tanto me lastimó (mi compañera de laboratorio).

(Tal vez recuerdes cuanto destestaba a mi profesor de aquella clase, que a la vez me dictaba Circuitos Analógicos I. Con el tiempo he revaluado un poco esa posición, lo confieso. Para el debió ser muy molesto lidiar con todo mi romanticismo atrapado entre osciloscopios y fuentes de potencia. Debía sentir por mi lo que se siente por un fantasma).

Y es que los transistores nunca fueron mis mejores amigos. Ya lo sabía (y tu también lo sabías) a finales de tercer semestre, cuando empezamos a ser amigos en la cafetería de la universidad, cuando conversabamos sobre analogías útiles para entender a las personas, provenientes del mundo de los carros.

En cuarto semestre yo no entendía razones de ninguna clase. Odiaba la electrónica, sólo deseaba la libertad. La libertada de huír como una especie de Jack en busca de su Titanic (No olvido tu chiste cruel, del que me estoy riendo mientras escribo estas líneas: ¡Pues trabaja duro de ingeniero, cómprate un barco y úndete con él!)

Mientras todos los compañeros del grupo celebraban la dicha de estar dejando poco a poco las matemáticas y las físicas en el pasado, para pasar definitivamente a "lo práctico", yo estaba al borde de la locura buscando una justificación razonable para seguir prolongando este sufrimiento.

En cuanto a la vida personal, no mucho que decir. Una relación con una buena chica que no funcionó, una casa (dónde tomaba en alquiler una alcoba, como corresponde a todo estudiante lejos de casa) llena de personas o viles o abyectas, capaces de hacer todo el daño posible. Tu debes recordar mejor que yo, pues siempre te sabes episodios completos de memoria... (Para ubicar el sitio, recuerda al "pelado" (colombianismo por chico) de la casa de al lado, al que llamabas 'cejoncito' con tu amiga L, y quien te parecía espectacular. Así ubicarás facilmente ese infierno de casa en que vivía)

Siempre trataba de huír de esa casa, en la que dejaba bajo llave mis cuadernos, para no ir a estudiar ni por error. A veces con mi amigo E, con D, en fin... A veces la sala de tu casa fue un buen refugio. En esas charlas de varias horas encontré un refugio de todo lo que me asustaba del mundo. Hasta tus dos perros estaban asociados en mi cerebro con paz (!Increíble, ¿no? ¡con lo intensos que son!)

El mundo iba y venía en esas charlas, Los Miserables y Victor Hugo, mi admirado Arthur Rimbaud, la música de fondo de Héroes del Silencio (la música de tu hermano y su banda). Nuestras conversaciones sobre el comportamiento de la gente y... LAS INTEGRALES TRIPLES Y DE LINEA de Matemáticas IV.

Es que se me hace verte haciendo figuras en el aire, tratando de explicarme la forma que tomaba la intersección de un cono con una esfera. Y saber que casi logra hacerme entender. Pero yo tenía la mente tan cerrada, que ni un milagro podría hacerme entender esos conceptos, que el gran dibunate (y pésimo profesor) que teníamos en vano recitaba a diario.

Y el mundo se podía estar cayendo al rededor, pero nada detenía nuestras charlas de varias horas, de donde salíamos, si no consolados, al menos desahogados.

Luego pasó lo que pasó: Muríó mi papá, me retiré un semestre de la U, tuve que volver luego pues no tenía (o no luche por) más opciones. Entonces ya no fuimos más compañeros de clase, pero siempre, hasta hoy, seguimos siendo amigos del alma.

Te conté vía messenger que ya llevaba dos meses de estudios de periodsimo, y te sentiste muy feliz. Me dijiste luego que el otro día haciendo la lista de tus mejores amigos, me dejaste encabezando. Lo cual significó mucho para mi. Luego preguntaste (cuando imprudente dije que ahora sí tenía compañeros con intereses parecidos a los míos) que si esta nueva etapa era un adiós para ti. Te dije (y te reitero) que no. Que gracias a ti, y a tu poyo de esos días es que puedo ser periodista. Porque no me dejaron perderme y desaparecer (recordando a Hombres G)

Ahora estás muy enamorada y se te ve muy feliz. Cuando recuerdo esos días duros, y los comparo con el presente, me siento agradecido con la vida por lo bien que han ido las cosas. Y por tener una amiga como tu.

Y saber que te caí tan mal en primer semestre...

martes, septiembre 27, 2005

Leo y... escribo

Tengo 25 años y soy padrino (de confirmación) de un adolescente. No puedo evitar sentirme algo identificado con sus caprichos e inmadureces, pues las tengo muy frescas en mi memoria, así que la situación es más bien divertida.

Ultimamente me une a mi ahijado una afición bastante particular. El juego de fútbol del playstation. (No deja de parecerme raro que él haya logrado enviciarme a mi en vez de yo haberlo sacada de su adicción a los videojuego)

El fin de semana pasado estuvimos enfrascados en un fuerte duelo del que salí goleado inmisericordemente, lo cual golpeó seriamente mi ánimo. Más cuando mi primito, confesó haber practicado aplicadamente desde el día en que lo vencí (hace unas semanas) y me burlé sin piedad. (Creo que trataré de medir mis palabras)

Pero hay facetas más interesantes de este experimento familiar. Hace unos días, con motivo de su confirmación le dí unos obsequios que me devolvieron a esa edad. El quería un reloj espectacular (el reloj con el que yo soñaba a esa edad) y una chaqueta (chévere, diríamos en Colombia por sensacional) y el muy de buenas los obtuvo muy facilmente, pues yo estaba altamente sensibilizado ante el sueño no cumplido en mi adolescencia. Así, digamos, este es otro triunfo para mi ahijado. (Este sí me agrada!)

Es un experimento extraño este de ser padrino. Nunca pensé que yo pudiera guiar a alguien en algo, pero aquí estoy. Siento una gran devoción por mi familia, por mi sangre, por los chicos que tienen tantas espectativas por delante. Eso me hace sentir vivo.

Ya hace unos meses le regalé a Leo un libro de taxonomía animal. Él quiere ser veterinario (lo cual a veces parece increible al ver la forma en que molesta al pobre cocker spaniel que lo acompaña). Otro tanto he hecho con otros jovenes primos. Creo que la motivación hacia el estudio es fundamental en esa edad. El amor por el conocimiento puede hacer mucho por el incierto futuro de Colombia.

Claro que hay ciertos deberes de un padrino que me resultan muy complicados. Invitar a misa a Leo, me parece ciertamente el punto más complejo (no voy hace varios meses, exceptuando la misa deconfirmación de mi ahijado). Si hasta parezco dormido en varias de las fotos que tomaron en la ceremonia, ¿Cómo puedo darle ejemplo para que el asista? (Eso sin tener en cuenta el complejo, abstracto y ecléctico sistema de creencias que me acompaña por esta tierra)

De cualquier modo, creo que de todo esto saldrá algo bueno. Hay toda una vida por vivir, e invertir unos días en dejar mi "rastro invitando a vivir" como diría Silvio Rodríguez, me parece un buen sentido para el tiempo que no me consumen el periodismo y/o las ventas.

La verdad, creo mucho en este asunto de fortalecer los lazos familiares a todo nivel. Desde los viejos hasta los niños. Es mucho el conocimiento que me aguarda allí, y mucho el apoyo (de distintos tipos) que puedo encontrar en este mar de tíos y primos.

Incluso hay primos de mi edad con los que he llegado a construir una relación propia de hermanos. Una solidaridad sincera, una unión permanente y un respaldo iniguable (Un aprecio que llegó al punto de haber compartido con algunos de ellos el SIX PACK de Smirnoff Ice que me regaló mi amigo secreto el pasado día de amor y amistad, lo cual dado mi gusto por esa bebida es una total muestra de desprendimiento).

Esa es mi vida a hoy. Algo diferente a la de Vito Corleone, pero al fin de cuentas, la vida de un padrino (godfather).

lunes, septiembre 26, 2005

Mi maletín negro

Mi maletín negro (y de cuero)

El otro día, saliendo de clases de la Universidad de los Andes, me encontré con un compañero de colegio al que no veía hace varios años. Es increíble cuando uno se encuentra a alguien que no ve hace tanto tiempo, con sólo levantar la mirada.

El escenario era muy diferente al que solía servir de fondo a nuestra vida de estudiantes. Ya no se trataba de la cancha de fútbol del colegio javeriano de Pasto, donde mi compañero solía actuar como arquero (bastante bueno, por demás) y yo como “tronco” (colombianismo por pésimo jugador de fútbol). Ya no estaba el volcán Galeras actuando como testigo de nuestro camino por este mundo.

Ahora estaba el cerro de Monserrate, como vigilante mudo del encuentro y la tierra bogotana haciendo de huésped de este par de pastusos lejos de su tierra.

Surgieron las preguntas típicas de este tipo de situaciones: ¿Qué estudiaste? ¿A qué te dedicas? ¿Sabes de Fulanito de Tal? ¿Vive Fulanito acá en Bogotá? Las respuestas por su parte fueron variopintas. El, empezó a estudiar ingeniería electrónica pero la abandonó por las relaciones internacionales. Ahora hace un postgrado y estudia en la Universidad de los Andes. Yo, me gradué como ingeniero electrónico, pero ahora estoy trabajando en mi sueño de ser periodista.

No puedo negar que me alegró que nos encontráramos ahora y no hace tres años. En este momento estoy reconciliado con la vida, gracias a que estoy cumpliendo mi sueño de estudiar periodismo, y a que desempeño un trabajo donde mi particular forma de ser es útil y valiosa. Creo que ahora puedo mirar a la gente con la mirada firme, segura y feliz. Y eso me gusta.

Estoy feliz de que mi compañero se sienta realizado, y también de que yo esté satisfecho. Me enorgullece saber que puedo alegrarme con la felicidad de los demás sin necesidad de compararme. Sin sentirme ni más ni menos.

Hay mucho de este Raúl de hoy que es producto de la escultura de los días sobre mi vida. Los aciertos, los errores, los fracasos, el liderazgo estudiantil, la vida lejos de casa, las trasnochadas haciendo cosas que no me apasionaban y las largas charlas con los maestros de la noche han cumplido su cometido sobre mí. Hoy puedo sonreír mejor y más sinceramente.

Posdata: Estoy feliz de volverles a escribir después de varios días. Estuve ausente porque mi módulo de reportería estuvo algo pesado, y no me dejó tiempo para tener vida privada. Pero parece que todo ha vuelto a la normalidad ahora que inicié la materia de ética periodística con la leyenda del periodismo colombiano Javier Darío Restrepo: el sueño dentro del sueño, en palabras que me recordó hoy mi amigo Jorge.

Ultima hora: Mi amiga María Antonia, de la especialización en Periodismo, me acaba de llamar a informarme que obtuve un 4.8 (sobre 5) en mi trabajo final de reportería. Me hace feliz compartirlo con mis ciber-amigos.

viernes, septiembre 02, 2005

Calle 100

Siempre está repleta de carros. La mayoría, bonitos. Parecen un mar multicolor de metal. A veces despliega mucha velocidad. Pero son pocas. Hay tantos carros, que normalmente el tráfico está atrancado.

Sobre la Autopista Norte, la calle 100 se vuelve un puente imponente, que es la imagen que yo más asocio con Bogotá. Creo que este cruce de avenidas es uno de los sitios más representativos de la ciudad, pues muchos sitios relevantes están por estos lados.

A lado y lado de la avenida, que debe tener unos seis carriles, se ve un montón de peatones afanados, algunos de los cuales insisten en ignorar el puente peatonal y se lanzan a atravesar el torrente automovilístico por el asfalto.

Hay mucha gente en esta zona. Muchos vendedores de golosinas y algunos limosneros. Mucha gente elegante, que luce hermosas corbatas y telas espléndidas. Muchos rostros preocupados y seres arrogantes. Muchos perros usando puentes peatonales, con gran propiedad.

Hay señoras elegantes con sus hijos acudiendo a establecimientos médicos. Se ven camiones cargados de cualquier cantidad de productos, más de los que mi cabeza puede recordar.

Se ven mujeres hermosas, solitarias y meditabundas, sujetadas a su cartera como si fuese un bote salvavidas. Y hay bicicletas acabadas en cantidades abrumadoras, entrecruzándose con los carros.

Hay locales dónde se vende cualquier cosa. Inmensas droguerías, supermercados, varios restaurantes (algunos interesantes), una que otra carreta de caballos (zorra) que se anima a enfrentarse a la inmensa conversación automovilística.

Ahora las tiendas de teléfonos celulares dominan el paisaje. Y en sus alrededores se ven decenas de adolescentes con pintas muy modernas, buscando el modelo de teléfono que más les gusta.

Se ven zapatos negros, brillantes y costosos, tenis de tela y de colores, muchos económicos pero muy “a la moda”. Sobresalen los montones de extranjeros por su estatura prominente y el rosado y blanco que definen su piel.

Aparecen camionetas costosas inmensas y atemorizantes que parecen rugir a su paso, adornadas por sus vidrios polarizados. Sus ocupantes, que a veces se bajan de sus “naves” a veces son seres extravagantes y arrogantes que se sientes los reyes del mundo. Otras veces, son madres con sus hijos. “La vida te da sorpresas…”

Y así se mueve este “banco” de humanos que se desplaza con menos uniformidad que los de peces. Mientras uno que otra persona, al fin ha descubierto una razón para vivir por siempre, en la mirada de otro integrante de inmenso este enjambre de almas.

jueves, septiembre 01, 2005

Médicos

Son jovenes, como yo. Son viejos amigos. Gente que quiero mucho. Y están sufriendo.

Se trata del mundo de la medicina en Colombia. De lo que significa ser responsable de la salud de muchas personas a la vez que se soporta la presión del sistema de prestación de salud.

Deben atender 32 pacientes al día. Uno cada 15 minutos. (Sin hacer referencia a los turnos que deben hacer en fines de semana o noches). No deben "excederse" en la cantidad de exámenes de laboratorio que formulan a sus pacientes.

Lo anterior lo traduciré en algunas situaciones concretas:

Caso 1

Una de mis mejores amigas fue despedida de una EPS (Empresa Prestadora de Salud) privada por formular más exámenes de los que son permitidos. Es decir, la despidieron por ser responsable y solicitar para sus pacientes la mejor atención, aún en contra de unas políticas absurdas que atentan contra el bienestar de la población. Los negociantes propietarios de estas empresa pretenden que un médico de repente diga " a partir de este momento no prescribo más exámenes, pues se me acabaron los que puedo dar en el día".

Unos días después la empresa solicita a mi amiga que vuelva a trabajar con ellos, pues descurbieron que ella realmente no excedió los límites. Logicamente, ella no acepta. Con el tiempo consigue un nuevo trabajo. Espero que esté mejor.

Caso 2

Un compañero de colegio que hoy se encuentra haciendo su año rural en un pueblito de Nariño (el departamento en que nací) hace hasta lo imposible por antender a sus pacientes. A los primeros 8 de la mañana los atiende como es debido. Es decir, se asta más de cada 15 minutos an cada uno (sólo en llenar la extensa papelería se gasta 8 minutos). Luego, empiezan las presiones, y tiene que empezar a atender más y más rápido. A no explicar a sus pacientes su estado de salud. A suponer que todo es gastritis. A "dejar de pensar". En la noche recobra algo de calma, y para atender a sus pacientes adecuadamente se queda hasta muy tarde. Nadie le va a pagar su tiempo. Es una cuestión de Ética. A veces me llama a la media noche a decirme que se siente un mediocre por no poder atender a la gente como es debido.

Yo se que el hace lo máximo que puede, aún sacrificando el tiempo que debería pasar con su esposa. Pero la culpa lo está enfermando. A él, que en sus ratos libres se inventa aparatitos electrónicos para mejorar pequeñas tareas en el hospital.

Caso 3

Otro amigo médico trabaja en el puerto marítimo de mi departamento natal. Lo han amenzado con despedirlo varias veces por pequeños errores en la documentación que debe llenar con cada paciente. ¿Quién diablos puede llenar tranquilamente esos formatos, sabiendo que a cada minuto que invierta en eso, se está distanciando más de ayudar realmente al paciente?. Luego de extenuantes jornadas de trabajo, no falta el directivo del hospital que lo regañe fuertemente por no pasar su foto en formato tradicional, sino en un diskette, y le obliga a disponer de su tiempo libre para sacarse una foto. A nadie le importa que el ritmo lo esté masacrando.

Contexto

De todos es conocido el conflicto armado que enfrenta Colombia. Lo complemento detallando la grna pobreza que hay en las ciudades secundarias. Y ni que decir en los pueblos. A veces hay pacientes que nunca vuelven a consulta. O no tienen recursos para volver, o alguien los convenció de ir a un brujo, o peor aún, ya los mataron.

Teniendo en cuenta lo anterior, me parece muy injusta la situación que deben vivir nuestros médicos, jovenes o viejos, amigos míos o no, en medio de unos pueblos pobres y deteriorados por la guerra. Siempre en sitios tan apartados, tratando de ayudar y de hacer lo mejor, están atrapados en una trampa. Entre la voracidad de los empresarios del sector, que no les permiten desempeñar bien su oficio, entre las histerias de muchos pacientes que a veces los tratamos mal (al hermano de un conocido, un paciente le fracturó la nariz por no atenderlo de inmediato) y principalmente, en el medio de un conflicto que a veces los lleva a extremos. (A veces, la guerrilla o los paramilitares los secuestran para llevarlos a sus campamentos a atender a sus heridos. Con una arma apuntándoles, claro)

A veces he escuchado a mis amigos médicos llorando, cuando me llaman a contarme de sus vidas. Hay tantos médicos en el mercado, que renunciar no es una opción. Además, el amor a sus pacientes, no pocas veces los lleva a hazañas increíbles.

Digamos que como periodista principiante, no tuve una mejor idea que contarlo en mi blog. Ya habrá tiempo para más prosa y más versos.