jueves, septiembre 28, 2006

Ese chico de saco gris

Ese chico de saco gris camina lento y mirando al piso. No sonríe mucho, pero sorpresivamente muestra unos incisivos blancos como la leche y las nubes. Aún es delgado y le gusta mirar los faroles que adornan las paredes blancas en las noches de Popayán. Pasa por el lado de las puertas de los bares, y mira a los chicos de su edad divertirse, pero el sigue de largo, como sino tuviera derecho a un minuto de distensión. Como si él hubiera escogido no tener derecho.

A veces va sólo, y otras veces lo acompañan dos muchachos más altos y fornidos que él. Se la pasan bromeando y divaando, y caminando las madrugadas del valle del pubenza desde Palacé hasta al Barrio Caldas, y desde La Esmeralda hasta al centro histórico. No es extraño que tomen aguardiente mientras hablan y recorren las aceras.

A ese chico de saco gris, le brillan las gafas gruesas que lleva. Se le nota que lleva una tristeza adentro, pro más que su voz aguda y potente insista en ocultarlo. Es menor que sus amigos y es más temeroso. Cuando se cruzan con las chicas en la calle, a veces él se hace a un lado para que sus amigos saluden y se queda mirando al horizonte. Pero otras empieza a hablar como un radio, y recorre la historia y la literatura con una pasión intensa que no está exenta demúltiples inexactitudes.

Lo he visto con una muchacha, caminar con los ojos cerrados y dejándose guiar por ella. Y acompañados de un perro feo y canoso. Lo he visto bajo la lluvia abrazando sin recato a su mujer como si las calles solitarias no tuvieran ojos y oídos.

Y en las noches, lo he visto en Torremolinos, extendido contando las estrellas sin ningún interés en agruparlas en contelaciones. Sólo juega con el viento, mientras ríe o llora. A veces, simplemente calla y parece que viviera en otro planeta. Y cuando avanza por la carretera, de regreso a la ciudad, lo he visto coquetear con el puente y mirar al río con deseos de unirse a él.

Ese chico sigue rondando por aquí, no se ha muerto, sigue habitando su tiempo y su espacio pues no quiere abandonarlos. Y yo lo veo con cariño y curiosidad. Por que somos dos versiones de la misma persona, que coinciden en las calles de Popayán, y que sólo están separadas por cinco años de aciertos y errores que nisiquiera conocen.

(Visité brevemente Popayán el fin de semana pasado, luego de tres años y medio de haber partido de allí a buscar trabajo en la ciudad que hoy habito, Bogotá)

jueves, septiembre 21, 2006

Poesía 32

Todos estas letras son hijas del sonido del viento que choca con las piedras y se pierde entre la vegetación espesa de Monserrate. Por eso no pueden ser indiferentes al vuelo de las mariposas ni al canto de la cascada que gobierna sus entrañas. Por eso acarician a la ciudad desde lejos y la otean sin recato, hasta convertirla en su mar y en su avalancha. Por eso, parecen caminar siempre por trochas y agarrarse de las raíces de los árboles.

Todas estas letras son hijas de la respiración entrecortada, del cuerpo húmedo y de las caricias con las que los caminantes bañan a los senderos. Por eso se chocan con los troncos y recogen hongos de las laderas. Por eso se asoman a los desfiladeros y retratan el vacío y el miedo. Por eso, piden ser tomadas, respiradas y escaladas, sin límites racionales. Por eso a veces dejan caer una peligrosa roca y escogen rutas enmontadas y erráticas.

Todas estas letras se sumergen en el agua helada para volverse dolor y sensación, y para ameritar un verso.

Más en reverberanciaoscura.blogspot.com

Mi primer artículo publicado (!Si, Si, Si!) www.dinero.com (Es sobre videojuegos)

miércoles, septiembre 13, 2006

Los Edukadores

Luego de ver Los Edukadores me quedaron rondando muchas ideas en la cabeza.

Es innegable que disfruté mucho de la irreverencia y la rebeldía de esos muchachos que quieren cambiar el mundo a su manera. Tal vez lo disfruté tanto porque yo siempre he sido un tipo que se ha movido dentro de las reglas y ha procurado perturbar lo menos posible a los demás.

Sin embargo, tal vez por esa misma razón, me resulta complicado entender y aceptar las conductas a las que llegan los protagonistas, en búsqueda de dar lecciones a los que (según ellos) conducen el mundo de manera inadecuada y explotan a los demás.

En lo personal, no pude dejar de hacer el paralelo de la película con la realidad colombiana. Los apasionantes y hermosos rebeldes del inicio, se van transformando a medida que avanza la película, en unas personas que se ocupan más de encubrir sus errores que de tratar a cambiar al mundo. Se convierten en víctimas ce sus propios errores, y hacen sufrir a otras personas por esos errores. Su pequeña revolución se les sale de las manos y empieza a convertirse en una serie de delitos.

Claro que más allá de eso, hay muchas cosas que también tienen importancia y que le dan mayor fuerza a la película.

Ver la opulencia y abundancia con que viven algunos mientras otros apenas sobreviven se me hizo algo bastante fuerte. Entre otras cosas porque el drama de deudas de la protagonista, que es terrible, palidece si uno lo compara con el drama que viven muchos colombianos, víctimas de años y años de gobierno de una clase gobernante indiferente e insaciable en sus ansias de acumular riqueza. Una clase dirigente que se ha olvidado de que “una vida lo que un sol vale” (Jorge Drexler).

En Los Edukadores se enfrentan los que viven en una perfecta urna de cristal donde nunca falta nada, y los que hartos de ver esta situación empiezan a recurrir a acciones moralmente cuestionables para tratar de cambiar esa realidad.

Pero sin duda, lo que más me impactó y me aterrorizó de la película fue ver a un personaje que algún día fue rebelde y creyó en las ideas de igualdad de oportunidades, convertido en un capitalista indiferente más. Convertido, en su vejez, en una pieza más del sistema, a la cual muy ocasionalmente lo visitan los fantasmas de un pasado que ya no comprende ni comparte.

Me dio miedo y me sigue dando miedo. No quiero llegar a ser una pieza más. No quiero que con los años me olvide de mis sueños y de mis utopías. No quiero adaptarme tanto que la rebeldía de la juventud me parezca una etapa más. Me da miedo que la lucha por la igualdad y la dignidad humana, se convierta en sólo un capítulo adolescente de mi vida.

Pero también me dio miedo ver a través de esos jóvenes revolucionarios, que la lucha por los ideales puede terminar convertida en una guerra sucia por tapar errores. Algo que la guerra de Colombia se tomó medio siglo (y miles de vidas) en mostrarnos.

Es que basta escuchar una vieja canción colombiana que decía: “tu fusil amor, es la música más libre bajo el sol, es canto y es futuro del amor, tu fusil, amor” para darse cuenta como esta guerra absurda algún día fue un sueño, una lucha por los más desfavorecidos y una ilusión de cambio, antes de convertirse en el baño de sangre del que ya muchos de ustedes deben haber escuchado.

En fin, otra buena película alemana (con Daniel Bruhl igual que Adiós a Lenin) que me ha dejado pensando en los rumbos que puede tomar mi vida.

(Mientras tanto sigue resonando en mi cabeza un fragmento de una canción de Pet Shop Boys, Being Boeing, que dice algo como: “I never dreamt that I would get to be, The creature that I always meant to be”. ¿En qué criatura me convertiré yo, el que solía ser poeta a mediados de la primera década del dos mil y que no tenía idea de que haría con su vida?)

jueves, septiembre 07, 2006

Quiero escribir algo hoy

Quiero escribir algo, y no se bien que.

Quiero escribir, tal vez, sobre esas palabras tan duras que me dirigió la señora encargada del boliche, porque al verme jugar tres largas horas con mis jóvenes primos pensó que no tendríamos con que pagar la cuenta. O tal vez sobre su brillante respuesta de "así son las cosas para evitar confusiones y si no le gusta pues hable con el administrador". O mejor aún de la sorprendente actitud del administrador y su impaciente "si, si, yo conozco eso de
que el cliente siempre tiene la razón".

O tal vez quiero contar que me divertí mucho jugando bolos con mis primos Yesid, Richard, Harvey, Andrés, y Leo. Que reímos mucho estudiando las mañas para lanzar de cada sujeto y estudiando el aparentemente complejo sistema de puntuación de los bolos. Que presenciamos varias moñonas de antología y que vivimos un buen rato de sana, pero ardua competencia. Que el disgusto del final me robó mucho de la magia del momento.

Quiero decir que cuando salgo poco abrigado la rinitis me pasa factura. Que antenoche dormí mal y tuve que recurrir a un antihistamínico para poder descansar. Que la garganta me estaba matando y que me arrepentí mucho de no haber usado chaqueta para ir a jugar boliche el domingo. Que a veces se me olvida que Bogotá es frío porque siempre estoy envuelto en mucha ropa.

Quiero hablar sobre lo agobiado que me tiene un artículo sobre videojuegos que estoy haciendo, y que cada vez parece tener menos rumbo y menos razón de ser. Sobre mi preferencia hacia la poesía, que me llena más que el periodismo, a pesar de mi adicción a los periódicos y a las revistas de actualidad. Sobre la larga temporada que llevo sin leer un libro de literatura, y de lo demorada que ha sido mi lectura El Sonido y La Furia de William Faulkner.

Estoy cansado de la agresividad de la gente. De la tramitología del estado colombiano. De lo largas que han resultado las diligencias para recuperar mi Libreta Militar. De que las personas del distrito de reclutamiento nos traten a todos los ciudadanos como reclutas. De que me atiendan mal y de que yo no les pueda gritar en la cara que unos atracadaores me hirieron por la ineptitud de las fuerzas de seguridad del estado, que en cambio son muy efectivas para complicarme la vida.

Quiero contar que una compañera de la oficina me regaló una alcancía, y que el cerdito es tan simpático que no le he echado una sola moneda, pues no sería capaz de romperlo. Que hasta le puse nombre al animalito (lo llamé Pascual). Quiero decir que estoy feliz de poder ir a ver esta noche a Gustavo Cerati en vivo. Que he disfrutado mucho el par de CDs de Interpol que compré luego de que mi amigo chileno Giro me recomendara el buen sonido de ese grupo.

Necesito gritar que me siento solo. Que no se para donde voy. Que en algunos momentos siento que la cabeza me va explotar al no saber que rumbo voy a tomar. Que hay momentos en que no quiero saber ni del trabajo ni del estudio ni de nada. Que me da miedo estar desperdiciando mi vida. Que siento que estoy acumulando más y más años de edad sin tener nada concreto en mi existencia.

Quiero hablar sobre la forma como ha cambiado mi relación con mi ahijado. De lo dificil que ha sido ver al que siento como un hijo, convertido en un adoelscente más bien indiferente y despota, pero a la vez más autonomo y con más sueños.

Quiero hablar sobre cuanto me molesta la intolerancia frente a la diferencia. Quiero decir que no me gusta el reggaeton, pero que creo en el principio periodístico de "no estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta con mi vida tu derecho a decirlo". Quiero decir que creo en la hermandad y en el "amor y paz". Que las frases de Lennon siempre están en mi mente. Y también las de Calamaro y Silvio Rodríguez.

Quiero escribir algo, y no se bien que.