La magia de la palabra hermano
De mi amigo Ulises aprendí tantas cosas, que empeñarme en listarlas significaría un esfuerzo titánico, condenado a quedar incompleto. Por eso, me voy a centrar en la más sencilla, pero a la vez, como suele pasar, la más grandiosa.
Eran nuestros tiempos de paros y protestas estudiantiles en la Universidad (Pública) del Cauca. Siempre estabamos metidos en la contradictoria labor de generar actividades constructivas en medio de las desbordadas pasiones del inconformismo juvenil, del que por cierto, también teníamos mucho.
Tiempos en que la palabra "compañero" retumba aún en los pasillos, a pesar de estar a más de treinta años y muchísimos kilómetros del Mayo del 68 francés.
Y entonces Ulises solía saludar: "¿Que hubo hermano?". Y a mi me gustó tanto la palabreja, que hasta hoy no he podido renunciar a ella.
Es que uno le puede decir hermano a todas las personas, con la tranquilidad de que no hay una connotación ni discriminatoria ni elogiosa. Hermano al compañero de trabajo. Hermano al compañero de estudio. Hermano al cliente (con el perdón de mi jefe, pero es que uno les toma confianza). Hermano al vendedor ambulante que le habla a uno en la calle. Hermano al conductor del bus. Hermano a mi único hermano de sangre, el gran Javier.
Es tan distinta a la fastidiosa palabra "Doctor" que se tomó a colombia de manera fulminante. Es que por acá no es necesario ser PHD para exigir el título de doctor. Incluso, algunos PHD con los que he tenido contacto, se molestan por que uno les dice señor. Nos obsesionan tanto los títulos.
Ignacio Ramírez, anciano profesor de filosofía católica, con el que no hablo hace mucho, y al que hoy le tengo más admiración personal que ideológica, decía que hablar mucho de los títulos destruía la confianza. Y yo creo que sí. Por que los títulos no significan nada, si no se traducen en obras para hacer del mundo un mejor sitio. Si el otro no siente placer al vocalizarlo. Cómo cuando un anciano profesor disfruta del honor de ser llamado Maestro, por el cariño y respeto de sus estudiantes.
Así, prefiero hablar de hermanos. Porque así habla ese gran tipo que es Cristo. Porque así uno se acuerda que todos somos de la misma carne. Que todos lloramos las mismas lágrimas.
Entonces yo recuerdo a Ulises, diciéndole hermano a mi ahijado, y a mis primos, y a los niños de cuatro años. Diciéndole hermano al limosnero, al colega y al taxista, . Y recuerdo así la utopía que nos movía entonces y que nos mueve hoy, a los integrantes del ya viejo Consejo Estudiantil de la Facultad de Ingeniería Electrónica y Telecomunicaciones de la Universidad del Cauca. La utopía de construir nuevas reglas para hacer del mundo un mejor sitio, pero con esfuerzo y entrega. No sólo con protestas e inconformismo.
Se que algunas personas, la palabreja no les gusta, o les parece "ñera" (colombianismo por callejera, o "de limosneros"). Pero a mí, además de parecerme un fuerte vínculo con uno de los amigos más admirables que tengo, me hace sentir lejano a los estereotipos y un poco menos secuestrado, en esta sociedad plagada de apariencias.
(Los invito a leer algunos post viejos en http://viejosepisodios.blogspot.com)
(Estoy escuchando The Boulevard of broken dreams, de Greenday, mientras escribo este post, y me parece que esos músicos, en la distancia, también son mis hermanos)